viernes, 21 de diciembre de 2012

Creer en la Navidad
                 “Mis ojos han visto a tu Salvador” (Lc. 2,30)
Creo en una Navidad en la que Dios se encarna,
para quedarse conmigo y entrar en mi casa;
transformar mi corazón y hacer de él su morada.
Creo en una Navidad compartida y celebrada
de manera sencilla y profunda, con actitud sosegada,
dejándome iluminar por la luz de la Palabra.
Creo en una Navidad austera y solidaria,
que me haga cercano a las personas necesitadas,
para transmitirles un mensaje de esperanza.
Creo en una Navidad en la que todos sus protagonistas me hablan:
los pastores de ofrendas, los ángeles de alabanza,
los magos de búsqueda, José y María de adoración callada,
Jesús de sencillez y pobreza, la estrella de luz transfigurada.
Creo en una Navidad familiar, contemplativa
y en el tiempo prolongada,
como mensaje de amor, que Dios me pide que ponga en práctica.
Creo en una Navidad que me acerque a Dios
y descubra en Él el apoyo firme
donde mi vida quede sólidamente asentada
¿En qué Navidad crees tú, qué Navidad proclamas?

domingo, 2 de diciembre de 2012

Adviento
en tiempo de crisis:
Cristo
nuestra esperanza
Crisis de esperanza. Perdón por la insisten­cia. Pero es en adviento cuando hemos de reconocerlo paladinamente y confrontar nuestra fe en la encarnación. La crisis actual es global. Afecta no sólo a la economía sino también al aire que respiramos y a la tierra que habitamos, a la cultura y a los valores, a las religiones y a la misma fe. Todos estamos implicados y afecta­dos; también la Iglesia, instituciones y personas individuales que la formamos. Uno de los rasgos en que se manifiesta es precisamente la depre­ciación de la esperanza que, como una nueva epidemia, va asentándose hasta en los que debe­rían ser "laboratorios de esperanza". Y percibimos que ni la Iglesia como institución ni cada uno de sus miembros estamos a la altura de la fe que profesamos ni somos un referente para los demás. El instinto de conservación, la búsqueda de seguridad, la pérdida de la alegría, la falta de confianza en el hombre lo delatan. Afectados por esta “fatiga de la esperanza" reaccionamos a la defensiva, nos aferramos a nuestras verdades poseídas, a nuestras formas consagradas, a nues­tros derechos adquiridos, sin capacidad para escuchar la llamada a la conversión y al testi­monio esperanzado.
Porque de esto se trata. En una sociedad necesitada de esperanza es donde los cristianos hemos de "dar razón de nuestra esperanza" (1 Pe 3,15) a nosotros mismos y a los hombres y mujeres con quienes compartimos esta situa­ción. No basta proclamar: "Cristo Jesús, Hijo del hombre, es nuestra esperanza" (1Tim 1); no vale decir: nosotros creemos en "el Dios de la esperanza", futuro del hombre y comprometido con su historia. La esperanza que brota de la fe en Cristo se aquilata "contra toda esperanza” en las vicisitudes más adversas, y donde la Iglesia está llamada a ser por vocación la "comuni­dad de la esperanza". Desde la perspectiva cris­tiana creer en Jesús es descubrir la esperanza última que anima la existencia humana: sólo la esperanza moviliza la fe y anima la vida desde dentro.
¿Cómo celebrar el adviento en tiempo de crisis? ¿Cómo mirar al mundo con ojos de espe­ranza'? ¿Cómo avivar la llama de la "pequeña esperanza" que se nos apaga? ¿Cómo construir la esperanza enraizados en Jesucristo que viene y vendrá`?
Las cuatro semanas de adviento, mediante círculos concéntricos, nos marcan el itinerario y nos acercan a la venida de "Cristo, nuestra esperanza”
§  El escenario del primer domingo es el universo mundo en su conjunto. Contemplar nuestro mundo desesperanzado: una parte de él desesperada y angustiada por acontecimientos trágicos “Se quedarán sin aliento por el miedo ante lo que se le viene encima al mundo”. Otra instalada en su indolencia y seguridad, autosatisfecha con el presente, ya no espera nada. “Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida, y la preocupación del dinero…” Para todos, la situación es una oportunidad: “Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza…, manteneos en pie ante el Hijo del hombre”. Encendemos la vela de la vigilancia.
§  El escenario del segundo domingo se centra en unas coordenadas históricas concretas. Aquellos nombres que encarnaban lo poderes en tiempos de Jesús tienen hoy sus correlativos. La voz del profeta llega desde los márgenes; su grito llama a la conversión: “Preparad el camino del Señor”, el camino del acercamiento y la igualdad ¿”Donde están los profetas” hoy?. Encendemos la vela de la igualdad.
§  El tercer domingo se acerca a los actores presentes; a nosotros mismos. “La gente preguntaba a Juan: entonces ¿qué hacemos? “¿Qué hacemos nosotros?” Todas las respuestas del precursor remiten a las relaciones con el prójimo, el otro en situación de debilidad. Compartir. Para preparar el camino todos seréis justos y solidarios. Encendemos la luz de la solidaridad.
§  El cuarto domingo se centra en unas mujeres con nombre propio: Isabel y María en estado de buena esperanza. Ambas colaboran activamente al advenimiento del Salvador: “¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá” Encendemos la luz de la acogida.
[Homilética]