Vivir a SU manera

Chequeo
a tu salud espiritual
Todos sabemos que la mejor solución para luchar contra las enfer­medades es, sin duda alguna, la prevención. En este sentido es recomendable hacerse un chequeo general una vez al año para descartar cualquier posibilidad de enfermedad, aun no teniendo molestias ni síntomas de alguna anomalía...
Sin descuidar el estado físico, hoy, querido amigo, querida amiga, te invito a someterte a una evaluación de tu estado interior, espiritual... Ah, y no te preocupes, no es tan complicado, pues si en un chequeo general debes acudir a un hospital, pedir cita y ponerte en manos de un médico, en este chequeo de tu corazón vas a ser tú mismo el que, aban­donándote en brazos de Dios, vas a tener la posibilidad de conocer posibles anomalías, defectos que debes corregir o también virtudes que debas potenciar. Te estarás preguntando para qué sirve todo esto... Pues bien, te contesto con otra pre­gunta: ¿Qué darías por ser más feliz?... Creo que merece la pena intentarlo... ¡Adelante!
UN CORAZÓNFELIZ
Ø Vista
¿Cómo miras a tus hermanos? ¿Con cariño, con indiferencia, con desconfianza? Tu mirada, ¿hasta dónde llega: a escasos centímetros de tu ombli­go o eres capaz de mirar más allá de tu yo y lle­gar a él, a ellos?
¿Descubres a Dios en cada una de las perso­nas que Él va poniendo en tu vida?
Ø Voz
Analiza tu vocabulario: ¿Es rico en palabras ama­bles, constructivas, de paz y de reconciliación o tu boca la has convertido en un disparadero de palabras malsonantes y despreciativas? ¿Dejas que Dios ponga palabras en tus labios o... "yo soy dueño y señor y me basto y me sobro"?
Ø Oídos
Dios nos ha dado dos oídos y una boca, pre­cisamente para escuchar el doble de lo que hablamos... ¿Cómo vas en esta materia? ¿Escuchas a Dios, especialmente, en los gritos de tus hermanos más necesitados?
Ø Manos
¿Puño cerrado para golpear la mesa o al her­mano porque tú siempre llevas la razón o mano abierta para dar, ayudar, entregar?
¿Manos en el bolsillo para no complicarte la vida o mano extendida para agarrar y levan­tar al hermano que está tirado en la cuneta?
Ø Pies
¿Tus pies se dirigen siempre al lugar donde alguien te necesita o los tienes "bien educados para no meterse en problemas"?
Si alguien se pierde, ¿puede volver a la senda correcta siguiendo tus huellas?
4 Corazón
Si alguien metiera ahora mismo su mano en tu corazón, ¿cómo la sacaría? ¿Chorreando amor u odio, paz o violencia, amargura o felicidad?
El chequeo ha concluido, ha llegado el momento de sacar conclusiones y compromisos... Dios te está esperando, ha cancelado todas sus citas para echarte una mano y no al cuello sino, y nunca mejor dicho, al corazón... ¡No te lo tomes a broma! ¡Tu felicidad está en juego!
J. M. de Palazuelo. www.misionjoven.org
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PREGUNTAS
DEL RESUCITADO
La pregunta siempre un género literario abierto, posibilita la libertad de responder de manera personal, sincera.
La pregunta es difícil de evadir. A veces se responde con otra pregunta, como evasión, pero se queda dentro la resonancia de la cuestión recibida.
La pregunta, sin embargo se mantiene en el respeto. No juzga, ni sentencia, y da la posibilidad de abrir el corazón.
Jesús Resucitado, Maestro y pedagogo, emplea el método de la pregunta, para obtener la respuesta sincera del discípulo.
Hazte tú las mismas preguntas. No quiero responderlas por ti. Estoy seguro que si las acoges, como dirigidas personalmente a ti, por el Resucitado, no te dejaran indiferente.
Son diez preguntas existenciales, que tocan lo más íntimo del ser, y revela la más alta valoración que hace Jesús de las personas.Escribes las respuestas, y tenlas como mociones interiores para la travesía de la Pascua.
Las diez preguntas
1.         “¿Por qué lloras?” (Jn 20, 15)
2.         “¿A quién buscas”? (Jn 20, 15)
3.         “¿Qué conversación es la que lleváis de camino?” (Lc 24, 17)
4.         “«¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón?” (Lc 24, 38)
5.         “¿Tenéis algo de comer?” (Lc 24, 21)
6.         “¿No tenéis pescado?” (Jn 21, 5)
7.         “¿Porque me has visto has creído? (Jn 20, 19)
8.         “¿Me amas más que estos?” (Jn 21, 15)
9.         “¿Me amas?” (Jn 21, 16)
10.     “¿Me quieres?” (Jn 21, 17)
                                                          Ángel Moreno
 
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El joven misericordioso
Parábola para programar la Cuaresma
Id y aprended lo que significa 'Misericordia quiero y no sacrificios"(Mt 9, 13).
Era un joven de corazón despierto, con una historia, seguramente, muy parecida a la vuestra: estudios, fines de semana, amigos, botellón, broncas con los padres, moto, amoríos, redes sociales...
No le gustaba para nada, y ya entramos en el meollo del relato, el tiempo de Cuaresma. Recordaba cómo, de niño, la profesora de Religión les entregaba una cuartilla en la que debían escribir sus propó­sitos cuaresmales ("Para qué —se decía él, si nunca llego a cumplirlos"). Después, con el transcurrir de los años, la operación había seguido repitiéndose. El catequista, el párroco o el encargado vocacional seguían "erre que erre" con el ayuno, la limosna y la oración... ("Con lo que a mí me gusta la comida..., ¡si estoy hecho un toro! ¿Y la limosna? Si con la paga semanal que me entregan mis padres apenas lle­go al viernes... Y en cuanto a la oración, eso de encerrarme en mi cuarto no lo entiendo muy bien, pues siempre me despisto y acabo haciendo otras cosas).
Un día, al inicio de la Cuaresma, mientras se encontraba en una celebración (probablemente como voso­tros ahora), creyó oír la voz de Dios (no me digáis cómo fue, ya os he dicho que era un joven de cora­zón despierto: requisito indispensable para escuchar al Maestro), pues se percató rápidamente de que no se trataba de la voz del encargado de la oración (éste les estaba leyendo el capítulo 6 de Mateo: ese que cuenta lo del ayuno, limosna... Bueno, en otro momento le podéis echar una ojeada).
El caso es que el joven salió de la celebración radiante... Sus compañeros empezaron a notar algo raro en él. Dejó de dar importancia a las marcas (y eso que le encantaba vestir a la última), cambió tantí­simas horas de moto y de Internet por la compañía de mucha gente (menudo corte se llevó su mejor amigo cuando le vio jugando a las cartas con un anciano en el banco de un parque). Seguía saliendo de fiesta, de botellón, pero sustituyó la resaca del día después por una mañana de pesca o de deporte con alguno de sus amigos (bueno, una aclaración, amigos y otros muchos a los que a casi nadie caían bien). También dejó a un lado (y mira que no se los quitaba ni para comer) los cascos y tan pronto se le veía hablando con el autobusero como con la cajera del súper. Se quedaba extasiado (nosotros diría­mos "ido") contemplando un paisaje o unos niños jugando o la tormenta de una tarde de verano o una noche estrellada... como si estuviera manteniendo una relación muy especial con alguien, con Alguien...
En fin, te estarás preguntando, y con razón, cómo acabó todo, quién es nuestro protagonista y qué nom­bre tiene y, sobre todo, qué relación tiene su historia con el inicio de la Cuaresma... Pues bien, te contesto: el final de la historia no está escrito (al menos si tú no quieres); el nom­bre lo tienes que poner tú (¿te atreves con el tuyo?). En cuanto a qué tiene que ver todo lo que os he contado con este tiempo de gracia, muy sen­cillo. Nuestro joven (ya sabes que, si quieres, puedes ser tú):
Se atrevió a leer con los ojos de Dios su vida y sus compromisos cuaresmales.
Empezó a ayunar de tantas cosas superfluas que no le dejaban ser como realmente él era.
Entendió que la limosna verdade­ra no tiene por qué cuantificarse en dinero: qué mejor que una hora de compañía, un favor, una sonrisa, un gesto de cariño...
Finalmente, convirtió en oración lo que iba haciendo cada día, des­cubriendo la voz y la presencia de Dios en los ambientes por los que se movía a diario, las circunstan­cias que le tocaban vivir y, sobre todo, las personas que Dios ponía en su camino...
Bonito cuento, ¿verdad? Pues sí, y seguirá siéndolo si no eres capaz de salir hoy de aquí dispuesto a vivirlo en tus propias carnes... Amiga, amigo, anímate a dar vida a este cuento... De verdad, te merecerá, y mucho, la pena.           
José María Escudero. www.misionjoven.org

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Los ronquidos
de Dios
Un hombre llevaba mucho tiempo orando a Dios. Todos los días, al comenzar la jornada y antes de acostarse, elevaba su espíritu y también, que todo hay que decirlo, su lengua al Todopode­roso... Ante la nula atención que, según él, le prestaba el Señor, decidió acudir a varios expertos en oración. Estos, que también hay que decirlo, después de vaciarle el bolsillo y cargarle con varios kilos de compendios teológicos, «le dieron largas» sin resolver su problema...
Así que después de un tiempo y cuando estaba a punto de dejar la oración para ejercitarse en otras técnicas menos costosas y más provechosas, se encontró con una persona sencilla de corazón (para mayor información, ver Mt 11,25-27). Nuestro hombre dejó los prolegómenos para otra ocasión y fue directamente al grano:
¿Por qué Dios no me escucha, por qué no me contesta?
La otra persona, sin dejar de sonreír, le contestó:
—Amigo, ¿has comprobado si Dios está dormido...?
—iCómo! —le interrumpió nuestro protagonista—. No estoy para perder el tiempo, ni mucho menos para que me tomen el pelo.
No, no es broma —volvió a tomar la palabra—. A veces Dios, según le estamos hablando, se queda algo traspuesto... Bueno, para que me entienda, «como un tronco». Y le aseguro que no se medica ni duerme mal por las noches.
Y como veía que seguía desconfiando de sus palabras, prosiguió:
—Cada vez que su oración la convierte en un monólogo; cada vez que sus palabras salen de sus labios y no de su corazón; cada vez que su plegaria se reduce a un conjunto de fórmulas matemáticamente memorizadas; cada vez que su oración y su reloj van de la mano; cada vez que hace de su momento de diálogo con Dios un hermoso cántico a «su ombligo»; cada vez que sus palabras cobran mayor protagonismo que su silencio; cada vez que no es capaz de dejar que Dios le hable en el sagrario o en sus hermanos; cada vez que vive su oración como un paréntesis y no es capaz de encarnarla en su vida; y sobre todo y lo más importante, cada vez que no deja que Dios «meta baza» en su oración..., Dios, amigo mío, se evade, se aburre, se duerme.

El final de esta historia es toda una incógnita... Si tú, con tu oración y con tu vida eres capaz de despertar a Dios, entonces... entonces, entre los dos, podréis comenzar una hermosa historia de amistad (que en esto, precisamente, consiste la oración).
 
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El joven rico
en clave veraniega
Si quieres ser feliz durante una hora, haz la siesta; durante un día, vete a pescar; durante un mes, cásate; durante un año, recibe una herencia; durante toda la vida, ayuda a alguien.
... Ah, y durante este verano, lee con atención el siguiente texto:
 
Un joven, con la mochila a cuestas y con la felicidad estampada en su rostro (señal inequívoca de final de curso y comienzo de las vacaciones), se encontró con Jesús, y le preguntó:
- Maestro, ¿qué debo hacer para pasar un verano inolvidable, unas vacaciones de ensueño? Jesús le contestó:
- Bueno, ya sabes, saca el bono de la piscina, apúntate a la autoescuela, programa un fin de semana en alguna casa rural con los amigos, busca en Internet alguna ganga para conocer mundo, manda el currículum a algún chiringuito de la costa, y así «matas dos pájaros de un tiro»: de día te sacas un dinero y el resto, playa y fiesta...
El joven, atentísimo a los consejos del Señor, no pudo dejarle terminar y...
- Maestro, todo eso lo tengo.
Y nuestro protagonista empezó a sacar de la mochila papeles de propaganda y páginas de Internet que, con toda seguridad, había estado recopilando durante los últimos días de curso... Una vez que el joven había mostrado «con pelos y señales» su programación veraniega, volvió al ataque, y está vez dijo al Señor:
-Es verdad que todo eso que me dices lo tengo... Sin embargo, también el año pasado y el anterior y hace tres lo tuve y... El Señor lo miró fijamente con cariño y le dijo:
-Y no fuiste muy feliz, ¿verdad?
Y agarrándole del hombro se volvió a dirigir al joven con estas palabras:
-Una cosa te falta: si quieres pasar unas vacaciones que no podrás olvidar jamás, olvídate de la piscina, de la casa rural, de la playa, de la montaña... Luego ven y sígueme... ¡Atrévete a vera­near a mi lado! ¡No te arrepentirás!
Ante estas palabras, el joven...
[Amiga, amigo, te toca a ti ponerle un final. Marca la X en el lugar que desees, sin olvidar que de tu elección dependerá el grado de felicidad que alcances durante este verano:]
§  El joven se fue muy triste y, aunque se lo pensó dos veces, al final, «qué dirían mis colegas», se decidió por un verano similar al anterior: piscina, sol, rolletes de fin de semana, fiestas hasta la madrugada y resacas hasta el atardecer.
§  El joven se quedó al lado del Señor y, en no más de diez minutos (es el momento, sí tú quieres, de programar tus vacaciones al lado del Señor) idearon la forma de pasar unas vacaciones de ensueño: una experiencia de ayuda desinteresada, unas clases particulares gratis (dad gratis lo que habéis recibido gratis), un campamento para pasarlo bien y conocer más a Jesús, unos días en un monasterio para descansar, orar y «recargar las pilas», hacer de monitor para chicos más pequeños…
José María Escudero. www.misionjoven.org
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Vivir al aire del Espíritu
§  Ven, Espíritu de Sabiduría, de entendimiento, de ciencia, líbranos de nuestras cegueras y  tinieblas, de nuestras dudas e indecisiones, de nuestros fanatismos y prejuicios. Llénanos de Tu luz, gozosa luz, para que conozcamos la verdad, para que descubramos el misterio de la existencia. El misterio de cada persona y cada cosa, el misterio de Dios.
§  Ven, Espíritu de fortaleza, para que venzamos nuestros miedos y debilidades, nuestros pesimismos y depresiones, nuestros apegos  ataduras, nuestras parálisis y turbaciones. Cólmanos de tu santa audacia para que lleguemos a ser libres.
§  Ven, Espíritu  de piedad y santo temor, no nos dejes caer en  autosuficiencia y el orgullo, en la ingratitud y el olvido, en falsos temores y escrúpulos, en desconfianzas y angustias, en las violencias y durezas de corazón. Danos un corazón humilde y misericordioso, benévolo y protector para los pequeños.
§  Ven, Espíritu de consejo, de prudencia, de tolerancia, de paciencia, ayúdanos a ser guía para el que dude, maestro para el que no sabe, sostén para el que vacila, estímulo para el inmaduro. Y enséñanos también a saber dudar, a dejarnos aconsejar, a pedir tu luz, a ser dócil a tus inspiraciones. 
§  Ven, Espíritu de consuelo, de gozo íntimo y alegría desbordante. Enjuga nuestras lágrimas, cura nuestras heridas, mitiga nuestros dolores, transforma nuestros sufrimientos y que sepamos llevar consuelo  a los demás, transmitir a toda alegría y esperanza.
§  Ven, Espíritu de amor, de ternura, de generosidad, de entrega. Haz arder nuestro corazón en tu santo fuego. Contágianos de tu misericordia. Tú, que eres Padre de los pobres, despójanos, haznos pobres para que sepamos amar. Tú, que eres comunión de Dios, pacifícanos para que vivamos la unidad. Dios-Amor, enséñanos a amar. 
 
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Las Bellaventuranzas
… Sabiendo Jesús que los hombres estaban cansados, y que habían perdido toda fe en que la lucha por mejorar el mundo tuviera un sentido, y que los eclesiásticos proponían la experiencia de la belleza como único camino para llevar las gentes hasta el Dios perdido, subió a la montaña, donde se había congregado una gran multitud, y les enseñaba diciendo:
§  Preciosos los que optan por los pobres, porque transparentan el proyecto de Dios para este mundo.
§  Preciosos los no violentos porque, a la larga, salvarán la belleza de la tierra.
§  Preciosos los que se afligen por el estado de este mundo, en lugar de cerrar los ojos a él.
§  Hermosos como pocos los que tienen hambre y sed de justicia porque, al buscarla, se saciarán de una belleza escondida, superior a toda belleza creada.
§  Bellísimos los misericordiosos porque están alcanzando la belleza misma de Dios.
§  Espléndidos los limpios de corazón porque encontrarán a Dios sin necesidad de buscarlo a su pequeña medida.
§  Maravillosos los hacedores de paz, porque llevan la impronta admirable de su Padre Dios, aún más que la naturaleza.
§  Resplandecientes, absolutamente resplandecientes, los que padecen persecución por la justicia, porque os aseguro que ni el genio de Mozart, ni la paleta de Velázquez, ni Salomón en toda su gloria, han logrado revestir lo humano de acordes y de esplendores tan brillantes. Por eso os digo simplemente: contempladlos y quedaréis radiantes y entonces me hallaréis a Mí aunque no lo sepáis.
Cuando Jesús acabó de hablar, las gentes se maravillaban porque no hablaba como los canonistas ni como los profesores de teología.
                        J. Ignacio Gzlez. Faus
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Bienaventuranzas de la Cruz
El leguaje de la cruz es locura para los que se pierden; mas para los que están en vías de salvación, para nosotros, es poder de Dios. (1 Cor 1,18)
I. Jesús es sentenciado a muerte (Mt 25,34-36).
Bienaventurados los que dicen la verdad, aunque en ello se jueguen
una amistad, una mala contestación, un rechazo, un despido… ¡una vida!
II. Jesús cargado con la cruz (Jn 19,17).
Bienaventurados los que cargan con la cruz de cada día
sin poner el grito en el cielo; los que cargan con el hermano a cuestas
sin esperar a que otros se hagan cargo de él.
III. Jesús cae por primera vez (Heb 12,3).
Bienaventurados los que, tras cada caída, cada dificultad, cada fracaso,
son capaces de levantarse, descubriendo en cada problema un reto,
en cada traspié una oportunidad, en cada debilidad una excelente ocasión
para ser más y mejor persona, más y mejor cristiano.
IV. Jesús encuentra a su madre (Lc 2,34-35).
Bienaventurados los que no fallan en los momentos más amargos,
los que acompañan al hermano, desde la alegría compartida, en sus logros,
y se hacen presentes, desde la ayuda desinteresada, en sus fracasos.
V. El Cireneo ayuda a Jesús (Mc 15,20-21).
Bienaventurados los que se adelantan a las necesidades de los demás,
los que ayudan a los otros de corazón, sin buscar la palmadita
en el hombro, la medallita, el aplauso o la admiración.
VI. La Verónica limpia el rostro de Jesús (Lc 9,26-27).
Bienaventurados los que “manchan” sus manos y su corazón
con la misericordia de Dios, limpiando a tantísimos hermanos
que la sociedad, nuestra sociedad, sigue arrojando
en los contenedores del olvido y la indiferencia.
VII. Jesús cae por segunda vez (Jn 12,24-26).
Bienaventurados los que no se conforman con no poner la zancadilla,
los que salen a las cunetas de la vida en busca del hermano caído,
desoyendo las indicaciones de un mundo que les considera “altamente peligrosos.”
VIII. Unas mujeres lloran por Jesús (Lc 23,27-31).
Bienaventurados los que dicen poco y hacen mucho;
los que, en lugar de lamentarse por un mundo que ha perdido el rumbo,
se convierten en GPS del hermano perdido, desorientado, abandonado.
IX. Jesús cae por tercera vez (Ef 2,19-21).
Bienaventurados los que utilizan “la calculadora de Dios”
y son capaces de ayudar, amar, perdonar, levantarse y levantar
dos, tres cuatro… setenta veces siete.
X. Jesús es despojado de sus vestidos (Col 3,9-10).
Bienaventurados los que arropan a los demás con el calor de una sonrisa,
de un abrazo, de un gesto conciliador, de una mano tendida…
XI. Jesús es crucificado (Lc 23,33-38).
Bienaventurados los que, en lugar de usar golpes y martillos
para hacer más dolorosa la vida de sus hermanos,
usan caricias y tenazas para sacar los clavos del dolor y de la intolerancia
que tan a menudo usamos para con ellos.
XII. Jesús muere (Lc 23,44-46).
Bienaventurados los que cada día descubren, sienten y comparten
la muerte de Jesús como la prueba más grande
de que Él nos amó hasta dar la vida por nosotros.
XIII. Jesús en brazos de María (Ap 12,15-17).
Bienaventurados los que comparte con Jesús el regazo de María
y escuchan de labios del Señor: “Aquí tienes a tu madre.”
XIV. Sepultura de Jesús (Mt 27,57-61).
Bienaventurados los que ante la injusticia, el dolor, el sinsentido
confían a pies juntillas y a corazón desbocado en el Dios que todo lo puede.
XV. La resurrección del Señor (Lc 24,1-6).
Bienaventurados los que descubren a Jesús, cada día, en cada ocasión,
en cada instante, caminando a su lado.
José María Escudero
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Proceso cuaresmal
1ª Semana: AYUNO Y POBREZA
Si quiero parecerme a Cristo, necesito mucho despojo. Me sobran muchas cosas. No soy pobre como Cristo. Menos cosas y más valores. Es el ayuno que Dios quiere. Menos acaparar y más caridad. Quitar también adornos y máscaras. Y vivir con más austeridad: vive sencillamente para que otros sencillamente puedan vivir.
2ª Semana: SILENCIO Y ORACIÓN
Demasiadas voces, demasiados ruidos. Urge silenciar la vida, desintoxicar el interior. Tantas palabras, tantos gritos, tantas imágenes que me agotan. Tantas voces de fuera que me impiden escuchar las de dentro. Y cuando hablo parece que estoy repitiendo palabras aprendidas. Si no me puedo escuchar a mí mismo, menos podré escuchar la Palabra, la de Dios. Y si no escucho a Dios, cuando hablo de Él, me faltará hondura. Jesús no sólo oraba, sino que era oración viva y permanente. Sentía la necesidad del retiro y la noche. Buscar momentos de oración y silencio para el encuentro con Dios.
3ª Semana: HUMILDAD Y SERVICIO
“Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” me recuerda Jesús. Tengo demasiado orgullo, demasiada ambición. Más humildad y menos autosuficiencia. Me creo superior a los demás y Dios me enseña lo contrario: el que quiera ser más que se haga menos, el que quiera ser el primero que sirva y se ponga en el último lugar.
4ª Semana: MISERICORDIA Y CARIDAD.
Pido un corazón misericordioso como el de Jesús. La misericordia tiene muchas vertientes desde la limosna al perdón, desde la compasión a la denuncia profética, desde la ayuda a la escucha, desde la paciencia al acompañamiento, desde la ternura a la sensibilidad…
5ª Semana: PACIENCIA Y OBEDIENCIA.
Necesito paciencia esperanzada y mayor aceptación de la voluntad de Dios. Descubrir sus caminos y dejarme seducir por ellos. Permanecer constante y respetar momentos y procesos, acompañar y apoyar lo que estar surgiendo. No dejarme abatir por los contratiempos y sufrimientos. Para madurar, para crecer en la fe, para crecer en humildad y compasión, para aprender de ellos…

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Rasgos de la personalidad
de Jesús.
Un espejo donde mirarme
·       Es profundamente humano. Muestra sus sentimientos de afecto, cariño, amistad…
·       Mira al interior de las personas, sabe ver lo positivo, descubre más allá de las apariencias.
·       Tiene una gran constancia y voluntad; no se desanima con facilidad.
·       Quiere el bien y la felicidad de la gente. Siembra vida, “salud”, sentido, felicidad, alegría, esperanza…. a su alrededor.
·       Mejora a la gente que sinceramente se relaciona con Él.
·       Trata a todos por igual, aunque siente predilección por los más pobres. Es amigo de todos, aunque se ocupa y se preocupa de los últimos.
·       Solidario con todos, hace suyos los problemas de los otros: ríe con el que ríe, llora con el que llora.
·       Se muestra respetuoso, paciente, tolerante, perdonador de los fallos humanos. Perdona siempre, hasta el que le traiciona o crucifica.
·       Es exigente, no se contenta sólo con palabras. Lo da todo y lo pide todo.
·       Cree en la bondad y positividad que hay en toda persona. Por eso da siempre una nueva oportunidad.
·       Enamorado de su tierra, de su gente, de su familia.
·       Sincero y respetuoso…. pero defensor de la verdad.
·       Ama con amor gratuito, desinteresado, hasta dar la vida.
·       Aunque es tentado, no se alía con los poderosos, ni inclina la cabeza ante ellos; no le gusta la hipocresía, la apariencia, la falsedad, la mentira.
·       No es autosuficiente. Hace grupo-comunidad. Se deja ayudar y da confianza y protagonismo a cada uno.
·       Crea convivencia, unión, comunión, entre las personas.
·       Hay coherencia entre su pensar y su obrar, su creer y su vivir, su decir y su hacer. No le importa el “qué dirán”
·       Confía totalmente en el Dios-Padre-Amor, le habla y escucha.
·       No tiene vergüenza para anunciar y comunicar, con palabras y con la vida al Dios-Padre-Amor.
·       Le gustan la compañía y la soledad, el silencio y el diálogo, la reflexión y la acción.
·       Enseña a ver y descubrir las huellas de la presencia de Dios en la naturaleza, en los acontecimientos, en las personas, sobre todo, necesitadas.
·       Nada ni nadie le ata ni le esclaviza. Se ha liberado de todo, para amar mejor a todos.

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Decálogo
para una feliz Navidad.
No digas feliz Navidad…
1.    Si no dejas que el pesebre sea tu morada, la misericordia de Dios tu nómina más preciada, y tus hermanos más pobres tu compañía predilecta.
2.    Si no enjugas las lágrimas que el niño Dios derrama en tus amigos más necesitados, en tus compañeros más débiles, en tus hermanos más tristes…
3.    Si no trabajas, desde la sencillez, el anonimato y los últimos puestos, en hacer de tu hogar, de tu instituto, de tu barrio… lugares donde Dios pueda establecer su morada.
4.    Si no deseas con todo tu corazón, con toda tu mente y con todas tus fuerzas que el niño Dios “complique” tu vida y su voluntad sea siempre la tuya.
5.    Si no utilizas con tu gente, sobre todo con aquellos con los que tienes “alguna cuenta pendiente”, el baremo de Dios: la misericordia, la tolerancia, el perdón…
6.    Si no limpias y adecentas tu corazón para que Dios, que viene con sus pequeñuelos, instale en él su hospital de campaña.
7.    Si no escuchas con los oídos y el corazón el saludo con el que Dios, a través de su corte celestial, se dirige a sus amigos más especiales: “Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres que él ama.”
8.    Si no sientes cómo alguien, Alguien muy especial, “te persigue” queriendo darte alcance para que nunca más vuelvas a caminar solo.
9.    Si no permites que señales contradictorias, tan frecuentes en estas fechas en forma de consumismo compulsivo y fiestas sin sentido, te despisten y te alejen del único camino donde Dios te espera: Belén.
Di feliz Navidad…
10.     Si durante estos días dejas que la dicha de todo un Dios que por amor te visita, inunde de alegría tu vida, y puedas, de esta manera, contagiar de felicidad a tus hermanos…
La recompensa será grande: ¡Dios nacerá en tu corazón!
               J. M. de Palazuelo

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Aprender de Jesús
      Jesús formó y acompañó a la comunidad de los discípulos. Esta formación no consistió fundamental­mente en el conocimiento de una doctrina sino en la adhesión a su persona. El evangelio de Mateo sugiere muchos elementos utilizados por Jesús en la forma­ción de del grupo de sus seguidores; nuevo pueblo de Dios llamado a hacer presente el Reino de Dios.
·         Aprender la utopía: las bienaventuranzas (Mt 5)
Jesús invita a su comunidad a vivir las Bienaven­turanzas como propuesta de futuro En ellas aprende la comunidad cristiana a interiorizar la utopía del Reino y a trazar caminos de compromiso con los más débiles. No son un cúmulo de conocimientos secre­tos y destinados a un reducido grupo de iniciados. Son accesibles para todos aquellos que libremente se adhieren a la llamada.
·         Aprender a ser Palabra: ser luz y sal (Mt 5, 13-16)
La luz y la sal eran las dos metáforas que el anti­guo pueblo de Israel aplicaba a la Palabra de Dios, que alumbra y da sabor a la vida, La Palabra de Dios, en manos del antiguo pueblo, se ha tornado en sal insípida y luz escondida. La comunidad de seguido­res debe aprender a encarnar la Palabra, darle vida y anunciarla a la humanidad.
·         Aprender a mirar la vida con ojos de misericordia (Mt 3, 21-48)
«Habéis oído que se dijo…, pero yo os digo». Jesús propone una relectura del comportamiento. La vida de la comunidad no puede estar orientada por el escrupuloso cumplimiento de la Ley, a ejemplo de los fariseos, sino por la acogida, la honradez, el perdón, la sinceridad..d reflejos de la misericordia de Dios Padre.
·         Aprender a ser milagro de cada día (Mt 8 y 9)
Jesús forma a los discípulos con gestos liberado­res: cura, sana, acoge a quienes sufren,.. La comunidad debe aprender que no es fin en sí misma, sino pro­longación de las obras salvadoras de Jesús Creadora de milagros cotidianos y lugar de la ternura de Dios.
·         Aprender a ser parábola que anuncia el Reino (Mt 13)
Las parábolas son sencillos relatos elaborados con elementos de la vida diaria, que anuncian el Reino. La comunidad debe aprender a ser como una parábola: humilde anuncio en la vida diaria.
·         Aprender el servicio y el perdón (Mt 18; 20, 17-28)
Las relaciones sociales están regidas por la am­bición y el poder. El perdón y el servicio serán el fundamento de las relaciones entre los discípulos. El grupo de los seguidores debe aprender que la au­toridad entre ellos es servicio; la estructura de la co­munidad, fraternidad.
·         Aprender de la misión (Mt 10)
La sabiduría de la comunidad no radica en un aprendizaje doctrinal, sino en una misión compartida para prolonga las obras del Maestro. La comunidad de los discípulos aprende a despojarse de actitudes altivas y orgullosas para salir al encuentro de la hu­manidad. No se anuncia a sí misma, sino a su Señor.
·         Aprender a no dormirse en los laureles (Mt 25)
Cuando parece que la comunidad esta for­mada.., la enseñanza se torna intensa: permaneced vigilantes, haced producir «los talentos», dad de comer al hambriento... La formación debe ser con­tinua; el esfuerzo, generoso y permanente.
·         Aprender la entrega, vivir la resurrección (Mt 26 a 28)
La formación de Jesús alcanza su punto culmi­nante en la Pasión y Resurrección. La formación se hace eucaristía y entrega sin límites. Dios convierte la entrega de Jesús en resurrección, y la comunidad aprende a vivir en alegría y confianza. La presencia formadora de Jesús resucitado se prolonga en un acompañamiento sin límites: «Yo estaré con vosotros hasta el final de la historia».

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Abierto para acoger

“Le llevaron a un hombre

que era sordo y apenas podía hablar

y le suplicaban que le impusiese las manos”

(Mc 7, 31-37)
           
Sugerente imagen del Evangelio para que me ayude a reflexionar. También yo, como la persona del relato, necesito que alguien me lleve, me conduzca, me acerque a Jesús para que libere mis ataduras, sane mis dolencias, cure mis debilidades, abra mis puertas blindadas a Dios, a los demás, a su Palabra. Puedo poner nombre a las personas que me ayudan, que me sacan de mí mismo, que me sirven de puente para llegar a Cristo y su Evangelio. Puedo hacer un rato de silencio y descubrir qué ataduras me dejan paralizado y sin fuerzas para caminar.
           Y descubrir que también Jesús quiere llevarme a solas y tocar todo aquello que tengo frío y endurecido, cerrado, paralizado y adormecido.  Y dejar que Él vaya transformando, abriendo, desarrollando mis sentidos….
  • Dejar que Él ponga sus manos sobre mis oídos para escuchar con intención y atención a Dios y quién necesita auxilio.
  • Dejar que Él ponga sus manos sobre mi boca para pronunciar palabras de aliento, ser cauce de diálogo y comunicar la rica experiencia que llevo dentro.
  • Dejar que Él ponga sus manos en mis manos para que estén abiertas y sepan acoger, levantar, transmitir ternura, realizar caricias… siempre generosas en ayudar. Manos gastadas y curtidas, expertas en comunicar solidaridad.
  • Dejar que Él ponga sus manos en mis pies para que me ponga en camino y me acerque a quien me pueda necesitar, ser peregrino y buscador de metas más altas, senderos más auténticos, espacios nuevos…
  • Dejar que Él ponga sus manos en mi corazón para que le transforme en sensible y solidario, capaz de amar y dejarse amar, para que esté lleno de nombres, historias, rostros… con los que tejer relaciones de fraternidad.
  • Dejar que Él ponga sus manos en mis entrañas para que sea capaz de conmoverme, estremecerme, inquietarme ante lo que ocurre cerca y lejos; entrañas de misericordia que me acerquen a las personas vulnerables y desprotegidas.
        En esta época nuestra en la que abunda la saturación de información y escasea la verdadera comunicación, puedo pedirle a Jesús vivir a su manera, abiertos todos mis sentidos para acoger profundamente lo que me viene de fuera; que toque todo mi ser y lo transforme para que tenga una buena calidad de presencia.

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Decálogo
de actitudes.

¿”Vivir a mi aire” o al “aire del Espíritu”? ¿Vivo “a mi manera” o a la manera de Jesús? En el día a día de mi vida, Jesús me pide que viva a SU manera.
Vivir a SU manera (con el Espíritu de Jesús) en la vida cotidiana es, al mismo tiempo, dejarse evangelizar y seguir las huellas y el estilo de Jesús evangelizador. Saber a qué sabe el Espíritu, requiere al menos este decálogo de actitudes:

1.    Saber aprender. Quiere decir: vivir con los ojos bien abiertos, vivir despiertos a la realidad, con sus pasiones y sus milagros. De esta suerte se va aprendiendo a ser discípulo de la vida y del Mesías y Maestro.

2.    Saber callar. Quiere decir: hacer silencio, crear interioridad contemplativa. Jesús no tuvo prisa de salir a los caminos para anunciar su mensaje. Guardó silencio durante treinta años. Luego hizo suya la experiencia del desierto. Esperó su hora. Maduró su palabra en el silencio.

3.    Saber escuchar. Ello implica tener oídos de discípulo cada mañana; acoger las necesidades del pueblo, sus gritos y sufrimientos; oír su clamor que llega hasta el cielo. Y a través del pueblo estar pendientes de los labios de Jesús, como María de Betania y María de Nazaret.

4.    Saber convivir. Quiere decir: saborear la cercanía y la empatía. La evangelización acontece desde dentro. Compartiendo la misma vida, las mismas seducciones del plan del mundo, se tienen las condiciones para anunciar el plan de Dios.

5.    Saber anunciar. Proclamar las buenas noticias de la salvación que ya está presente y ya transforma la vida hacia el futuro más pleno. Y buena noticia es que nuestros más profundos sueños coinciden con los sueños de Dios para nosotros.


6.    Saber confiar. Saborear la actitud del sembrador que esparce la semilla y del pescador que echa la red. A veces todo parece inútil. Pero la semilla crece por sí misma, sin saber cómo.

7.    Saber esperar. Esta dinámica se simboliza en «las lámparas encendidas», es decir, vigilancia y fidelidad, y se expresa en la capacidad de no acelerar la separación entre la cizaña y el trigo.

8.    Saber seguir. Esta es la respuesta a la llamada apremiante de Jesús a venderlo todo: los ídolos, las seguridades, los miedos, compartiendo su causa y su destino.

9.    Saber andar. En nombre de la comunidad se trata de ir hacia los alejados sin aguardar a que vengan ellos. La palabra de Jesús sigue siendo la misma: id y enseñad.

10. Saber resistir. El evangelio encuentra oposición en el mundo, en los ambientes donde me muevo. Muchas veces tengo que ir contracorriente. El corazón no se deja iluminar y trasformar a la primera. Encuentra obstáculos y barreras, adversidades y rechazos. Es preciso saber persistir en la tarea del seguimiento.

1 comentario:

  1. Hola Fernando
    ¡Enhorabuena!, y muchas gracias por la estupenda reflexión sobre vivir a la manera de Jesús. Es tan sencilla y al mismo tiempo completa que casi, casi parece fácil. Y aunque sé que fácil, lo que se dice fácil, no es, está planteado de una manera tan atractiva que me ilusiona el intentarlo. Así que allá vamos con todas las ganas.
    Un abrazo marta

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