Oración

¡MIRAD CÓMO SE AMAN!
Plegaria desde el corazón de Cristo
Uno de los discípulos, al que Jesús tanto quería,
estaba recostado a la mesa sobre el pecho de Jesús (Jn 13,23)
Por el amor que os tengáis los unos a los otros reconocerán que sois mis discípulos...
No hay pócimas mági­cas ni claves secretas. Ni ocho años estudiando la asignatura de Religión ni quince impartiendo catequesis... El amor, el amor cristiano, el Amor en mayúsculas, es la única llave que abre las puertas del corazón de Cristo...
Al igual que el discípulo amado, también nosotros podemos adentramos en el corazón de Dios y pedirle el único signo distintivo que deben tener sus amigos: ¡El Amor!, de modo que se pueda decir de nosotros lo que decían de los primeros cristianos: "¡Mirad cómo se aman!"
·       En un mundo divido por las discordias, por las guerras, por "el que me la hace me la paga..." ¡Mirad cómo se perdonan!
·       En un mundo en el que la cartera y la cuenta bancaria gobiernan y manipulan nuestras vidas y nuestros corazones... ¡Mirad cuánto son y que poco tienen!
·       En un mundo de fronteras, banderas, grupos cerrados...
¡Mirad cómo la familia crece sin parentesco alguno!
·       En un mundo ocupado y preocupado por los primeros puestos, las medallitas, los aplausos en el hombro, los aplausos sin fin..
¡Mirad a los auténticos protagonistas: a los más pequeños!
·       En un mundo donde impera el egoísmo, donde lo mío es mío y lo de los otros, si puede ser, también mío... ¡Mirad cómo ponen todo en común!
·       En un mundo donde se habla el doble o el triple de lo que se escucha, donde "yo suelto lo mío y a otra cosa..." ¡Mirad cómo se escuchan!
·       En un mundo paralizado por la indiferencia, el miedo a equivocarse, las falsas seguridades... ¡Mirad cómo se levantan, tras la caída, y se ponen en camino!
·       En un mundo acostumbrado a vivir en blanco y negro por el pesimismo de no tener todo lo que se quiere, de ver cómo todo sigue igual o peor, de comprobar cómo todos los días son iguales...
¡Mirad cómo pintan otro mundo de colores!
·       En un mundo fragmentado por las leyes: leyes de ricos y pobres, de derechas y de izquierdas, de los de dentro y de los de fuera...
¡Mirad la única ley capaz de cambiar el mundo: el amor!
En un mundo...
Que no nos suene demasiado grande, demasiado lejano, demasiado "a balones fuera"... Ha llegado el momento... Cambiemos "el chip' del corazón: en un colegio, en una parroquia, en una familia, en un lugar de trabajo, en un barrio, en un grupo... ¡Adelante'
J. M. de Palazuelo
 
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La Vida brota y se abre paso.
En medio de la oscura noche
la Luz ha triunfado.
La muerte ha sido vencida,
Cristo ha resucitado.
Es la Piedra angular
donde todo queda asentado;
el Ancla firme
donde podemos agarrarnos
para que la dificultades
de la vida
no puedan derrotarnos.
La alegría de la Pascua
nos llena de entusiasmo,
surge un nuevo horizonte
hacia el que nos encaminamos.
Y empuja nuestra vida
a seguir trabajando
para que el Reino se haga presente
en medio de los hermanos.
En mi “galilea cotidiana”
el Resucitado me está esperando
para ser su testigo,
para que me decida  a anunciarlo
con mis obras y mis palabras,
con mi amor servicial y entregado.
Acompáñame, Señor,
para que pueda lograrlo.

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Señor, comienzo la Semana Santa.
Camino hacia la Pascua 
para mejor amarte y conocerte.
Entro contigo en Jerusalén,
te aclamo con mis cantos y mis ramos,
y mi profundo deseo de acogerte.
Soy consciente que me anuncias
un Reino diferente:
no el del poder y el triunfo,
sino el del servicio humilde
encarnado en medio de la gente.
Me invitas a entrar en el Cenáculo
para escuchar tu mensaje
y que tus gestos me interpelen:
un pan y una vida que se parte y ser reparte
para que a todos alimente;
una jofaina y una toalla
para servir a todo el que me encuentre.
Camino de la cruz
te contemplo solo y sufriente,
amando hasta el extremo,
fiel hasta la muerte:
Amor comprometido y exigente.
El silencio del sepulcro, denso y fuerte,
me deja vacío, triste, dolorosamente ausente,
pero con la confianza de que el Amor
sembrado en el surco de la vida germina y florece.
La alegría de la Pascua me fecunda,
me acompaña y me envuelve.
La Vida se abre paso y tu Presencia alentadora
es continua y permanente.
Cristo resucitado vive en mí para siempre,
Luz que me ilumina, Amor que me sostiene,
Fortaleza en mis cansancios,
Meta a la que todo tiende.
Cristo Resucitado, Señor de la Vida,
vencedor de la muerte.
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Señor, un año más inicio la Cuaresma,
con la actitud de quien está dispuesto
a descubrir de nuevo tu presencia.
Participo en el rito
de ponerme ceniza en la cabeza,
reconozco mi debilidad,
mi fragilidad e inconsistencia,
y la necesidad que tengo
de que Tú me des aliento y fuerza.
Condúceme al desierto
para encontrarme con lo esencial,
con lo que realmente merece la pena.
Hazme subir al Tabor
para tener una profunda experiencia
que me enseñe a bajar a la vida diaria
y a comprometerme
de manera más intensa.
Dame el agua viva
que sacie mi sed profunda
y riegue mi vida reseca.
Ilumíname con tu luz
y así se curen mis cegueras.
Sácame de los sepulcros de muerte
en los que mi vida se encierra.
Ayúdame a caminar contigo,
a sentirte siempre cerca,
a dejarme fecundar por tu Palabra
para que resucite a una Vida Nueva

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Gracias, Señor…
Por las personas que viven conmigo
y siempre me acompañan.
Por quienes me enseñan, me corrigen,
me aguantan.
Por los rostros que me hablan de ti, de tu Reino
y me evocan tu llamada.
Por los momentos de risa, de quietud, de calma.
Por todo lo aprendido,
también entre esfuerzos y lágrimas.
Por las heridas que me recuerdan lo vivido
y que ya han sido curadas.
Por el fuego interior que arde en mis entrañas.
Por llamarme por mi nombre
y buscarme en todas las encrucijadas.
Por habitar en mí,
dándome vida y esperanza.
Por comprenderme en lo más íntimo, dándome fuerza y confianza.
Por el silencio que tú llenas con tu Palabra.
Por vivir en mí, expresándote a tu manera
y siendo presencia cercana.
Gloria a ti, Señor, porque me amas.
 
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Mi equipaje será ligero,
para poder avanzar rápido.
Tendré que dejar tras de mí la carga inútil:
las dudas que paralizan
y no me dejan moverme.
Los temores que me impiden
saltar al vacío contigo.
Las cosas que me encadenan y me aseguran.
Tendré que dejar tras de mí
el espejo de mí mismo,
el “yo” como únicas gafas,
mi palabra ruidosa.
Y llevaré todo aquello que no pesa:
Muchos nombres con su historia,
mil rostros en el recuerdo,
la vida en el horizonte,
proyectos para el camino.
Valor si tú me lo das,
amor que cura y no exige.
Tú como guía y maestro,
y una oración que te haga presente:
“A ti, Señor, levanto mi alma,
en ti confío, no me dejes.
Enséñame tu camino,
Mira mi esfuerzo. Perdona mis faltas.
Ilumina mi vida,
porque espero en ti".  (J.M.R.O.)
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ORACIÓN DE LA TERCERA EDAD

Señor, aquí me tienes.
Ya no huyo,

no tengo tantísimo qué hacer,
ni planes, ni soberbia, ni importancia.
Del trabajo, de la vida, jamás he de sentirme jubilada...

En este atardecer estoy tranquila;
me quedan muchas horas por delante para
rumiar recuerdos, rezar lo que debí rezar
en otro tiempo, escuchar en silencio tu
mensaje, leer con calma tu Evangelio.

Vendrá la noche, y todo estará listo.
Miro con compasión y con nostalgia mis
infinitas tonterías; miro con lástima, incluso
mis pecados; y en este atardecer, con el
gozo saltándome por dentro,
voy desgranando mi rosario.

Así lo esperan todos mis hermanos:
Que les borde, les teja, les regale;
son frágiles mis ojos, Tú lo sabes;
pero, ¿Quién se resiste a tanta espera?
Estoy aquí mientras el sol se pone viendo el mundo pasar.
Estoy envejeciendo, tratando de ser útil,
de consumir las metas que aún me tienes propuestas.
Tú me trajiste acá.
Tú aun me aceptas, me sueñas,
Me sostienes, me limitas.
Acepta mis penúltimos servicios
que acaso nadie entienda ni agradezca.
Pasará el tiempo, lo mejor vendrá,
vendrás Tú para firmar mi vida
y darme el visto bueno.
Me dirás: He dispuesto ya de ti,
Te diré: Allá voy, ¡no tengo miedo!

 
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Ven, Jesús Resucitado
y ponte en medio de nosotros;
quítanos los miedos
y déjanos ver tu rostro.
Danos valentía y ardor
para dar testimonio;
enséñanos a vivir
con un estilo de vida
sencillo y generoso.
Que no nos dejemos llevar
por lo rutinario y lo cómodo;
que tu presencia nos impulse
a vivir de otro modo,
anunciando con palabras y hechos
que el Reino debe llegar a todos.
Que recibamos tu paz
como un gran don
y un precioso tesoro;
que creemos cauces de comunión
y no nos dejemos
arrastrar por el odio.
Que al tocar las llagas del mundo
nuestro corazón se vuelva
compasivo y misericordioso.
Infúndenos tu Espíritu,
llénanos de gozo;
que contagiemos
la alegría de saber
que no estamos nunca solos.

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De rodillas
Lectura orante del texto bíblico:
Jesús lava los pies a sus discípulos (Jn 13, 1-17)
Señor, me agaché en Belén
para comprobar que eras carne de mi carne.
Eché a correr a orillas del Jordán
para certificar que eras más que un profeta.
Subí al monte de Galilea
para probar “tu extraña pócima” de la felicidad.
Más tarde, me sentí dichoso, muy dichoso
al compartir contigo mesa y sobremesa.
Contemple cómo cinco panes,
dos peces y un corazón de niño
saciaban, y de qué forma,
mi hambre por un mundo mejor.
Regresé avergonzado, malherido, arrepentido…
y me encontré con unos brazos abiertos
y un corazón de Padre.
Y hoy, Señor, cuando estaba convencido
de que, al fin, había comprendido toda tu verdad,
cuando mis oídos habían escuchado los secretos de tu amor,
y mis ojos se habían deleitado con las maravillas de tu reino…,
hoy, Señor, te pones de rodillas y me lavas los pies,
hoy, Señor, te pones de rodillas y revuelves mi corazón.
Señor, Padre bueno y misericordioso,
enséñame a conjugar mi vida de rodillas:
No lo que yo quiero, sino lo que quieres Tú,
no lo que a mí me guste, sino lo que te agrade a Ti,
no donde, cuando y como yo quiera,
sino cuando, donde y como quieras Tú.
Señor, Padre bueno y misericordioso,
enséñame a arremangarme las mangas del orgullo,
a reclinar mi afán de superioridad,
a agarrar la palangana de tu Palabra
y a descubrir en los pies de tus hijos,
en las necesidades de mis hermanos,
la hermosa misión que Tú me encomiendas cada día.
José María Escudero
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ORACIÓN PARA EXAMINAR Y TERMINAR EL DÍA
Aquí estoy, Señor, al finalizar esta jornada. Vengo con el deseo de estar contigo, de sentir y gustar tu presencia en mi vida; de examinar este día contigo: no ante mi yo solitario, sino ante ti que siempre estás.
Sé que tú has caminado a mi lado durante todo este día conmigo, como amigo y compañero. Señor, lo siento y gusto ahora, aunque no siempre me he dado cuenta a lo largo y ancho de esta jornada. También podría decir como Jacob: “Dios o estaba allí y no lo sabía”. Lo sé ahora, Señor, y te lo agradezco.
¡Cómo podría entrar en tu presencia y comenzar este encuentro sin darte primero gracias por tanto bien recibido! Por ahí quiero comenzar, Dios mío, Padre bueno, Amor primero.
Gracias por la creación entera, por cada hombre y mujer que has hecho surgir en ella.
Gracias por Jesucristo, Hijo tuyo y hermano nuestro; tu mayor don al mundo, a mí.
Gracias por la vida que me has dado y por el amor que has puesto en mi corazón. No siempre soy consciente de tanto don. Hoy quiero sentir y gustar tanto don recibido y a ti en ellos.
Sé mi luz, enciende mi noche
Cuando miro lo que he hecho mal en este día no se trata de insistir en mi culpa y atormentarme por ello, pero tampoco quitarle toda importancia. Lo que necesito es mirar esa verdad frágil a la luz de tu misericordia y tu proyecto.
Señor, te pido luz para reconocer las faltas de este día, mi pecado. Lo hago sin miedo porque sé ante quien examino mi día, pero también con seriedad porque sé la hondura de mi desamor a Ti y a los demás.
Y ahora, al terminar el día, te pido perdón. Lamento, Señor, si he ignorado tu bondad, por eso lo siento, por eso pido tu perdón; sabiendo que tu amor nunca se vuelve atrás; es en tu abrazo donde más siento el desamor de mi respuesta.
Sé mi luz, enciende mi noche
Mi vida, Señor, está hecha de los pensamientos, imaginaciones y deseos que tengo; de las palabras que oigo y que digo, de las acciones que pongo en juego y de las que caen sobre mí. Revivo este día contigo: cómo han sido mis pensamientos, palabras y obras, qué calidad evangélica han tenido…
Fueron pensamientos, imaginaciones, deseos… que tuvieron el centro en Ti y tu sueño sobre el mundo, o sólo en mí y mis pequeños sueños.
Fueron palabras amigas que supieron alentar, consolar, curar… como las de Jesús.
Y mis obras. ¿Se han parecido a las del Señor, siempre pendiente de levantar al caído y restablecer al humillado? Y aquello que los otros han hecho o dicho conmigo ¿cómo lo he vivido?
Ahora me ofrezco de nuevo a Ti con todo mi corazón. Te entrego nuevamente toda mi libertad, te la ofrezco entrelazándola con la tuya en lo que Jesús llamó tu Reino, el Reinado de Dios.
Acéptala, Señor, acéptame nuevamente en el seguimiento de Jesús. Ponme de nuevo con tu Hijo.
Termino ya, Señor, este encuentro contigo. Me despido de ti con las palabras del Salmo 50:
Crea en mí, oh Dios, un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme,
no me alejes fuera de tu rostro,
 no me quites tu santo espíritu,
devuélveme la alegría de tu salvación. AMÉN.

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Oración por la cólera y el amor
¡Señor! ¡Consérvame la cólera!
Que ante la injusticia, mi corazón sea rebele.
Que sienta en mi alma la rabia del orden que tapa el desorden.
Que me sienta capaz de luchar.
Que pueda, en cualquier tiempo,
coger el látigo y arrojar a los mercaderes del templo.
Porque Tu templo no es solo la Iglesia. ¿No se lo dijiste a la samaritana?
Tu templo son las fábricas, los despachos, los talleres el lugar desde donde te rezamos.
Y hay hombres que han convertido la casa de Dios en cuevas de ladrones.
Que me sienta capaz de vencerlos.
No permitas, Dios, que me resigne.
Porque resignarse es declararse vencido.
Y sólo ante Ti debemos declararnos vencidos. Ante nadie más.
Y nunca ante los sembradores de iniquidad. ¡Señor! ¡Purifica mi cólera!
Que en mi ira no piense en mí, sino en la gloria del Padre y en mi prójimo.
Como Tú lo hiciste. Como fue Tu ejemplo:
constante rebelado, compañero de los hijos del Trueno,
venido a sembrar guerra y no paz,
sumiso al Padre y muerto por amor a tus hermanos.
Que me sienta yo, como Tú, capaz de vivir y morir por mis hermanos.
Que no piense que soy yo quien lucha, sino nosotros.
Que no piense que soy yo quien te reza,
sino que en mí confluye el grito de los oprimidos.
Porque la cólera por causa «mía» lleva al odio;
la cólera por «nuestra» causa conduce al amor. ¡Señor! ¡Dame el amor!
Dame el amor, Dios, para que mi cólera no sea obra de infierno.
Que mi cólera sea amor a mis compañeros.
Que mi cólera sea amor a todo el pueblo desheredado.
¡Pobre pueblo, oprimido siglo tras siglo!
Que mi cólera sea pasión con ellos: la «com-pasión» auténtica y fuerte.
Que mi cólera sea también amor al enemigo;
al pobre, al desgraciado sembrador de injusticias,
al que ha derribado Tu altar y en su lugar ha fundido un ídolo de oro.
¡Dios! ¡Apiádate de él y, por su bien, ilumínale! ¡Que te conozca!
Que mi cólera no sea contra los hombres, sino contra su mal.
Que no sea odio. ¡Señor!
Tú sí, porque Tú sabes qué quiere decir esta palabra:
¡Dame Tu caridad!
                Guillermo Rovirosa
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Un bebé,
unos pañales 
un pesebre… 
Te esperábamos grande entre los grandes,
un político con mayoría absoluta
o un gran empresario con dotes de mando…
Un deportista de élite
o un famoso colapsando audiencias…
Un artista con caché de estrella
o un gran líder enamorando corazones…
Y sin embargo, Tú, Dios mío,
te haces un bebé, un niño, un ser débil e indefenso.
Te esperábamos envuelto en la grandeza,
arropado por millones de electores
o por una multitud de obreros cumpliendo tus órdenes…
Admirado por millones de gargantas vitoreando tu nombre
o por una multitud de mandos a distancia esperando tus apariciones…
Encumbrado por millones de fans repitiendo tus palabras
o por una multitud de ciudadanos siguiendo tus huellas…
Y sin embargo, Tú, Dios mío,
apareces envuelto en la pobreza, anonimato y sencillez de unos pañales.
Te esperábamos en los lugares más grandes de nuestro mundo,
en edificios blindados por centenares de escoltas
o en salones de cinco estrellas…
En estadios que llevaran tu nombre
o en platós con presencia de cámaras de medio mundo…
En plazas y avenidas engalanadas para tu venida
o en ciudades enteras abarrotadas de gente…
Y sin embargo, Tú, Dios mío,
nos citas en una cueva, en un chamizo, en un pesebre.
Gracias, Dios mío,
por hacerte hombre entre los hombres,
por hacerte pobre entre los pobres.
Y, sobre todo, gracias, Dios mío,
por escoger la pequeñez de nuestras vidas
para hacer de ellas tu gran morada.
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¡Despiértame, Señor!
Señor, ¿cuándo vas a llegar?
¿Al atardecer?, ¿a media noche?,
¿al amanecer?
A punto de llegar, Señor, y yo... y yo
¡con estos pelos!
y, lo que es peor, con este corazón.
Despiértame, Señor,
de la modorra del «tanto tienes, tanto vales».
Vacía mis bolsillos de tantísima calderilla
que, en forma de materialismo,
adormece mi espíritu y anestesia mi vida.
Y llena, sí, Señor, llena, a manos llenas,
mi corazón de tu presencia amorosa
y de tu gracia salvadora.
Domingo I de Adviento. Lc 21, 25-28.34-36

Despiértame, Señor,
de mi conciencia «a prueba de balas».
Dame un toque de atención, un empujón
o... si fuese necesario, un coscorrón para salir a los caminos de la vida,
a las encrucijadas del mundo y preparar en mi hogar,
en mi barrio, en mi clase, en mi trabajo...
y, sobre todo y lo más importante, en mi corazón, tu venida.
Domingo II de Adviento. Lc 3, 1-6

Despiértame, Señor,
de mi cristianismo light, de butaca, de «cumplo y miento»
de mi testimonio media hora a la semana
y siempre de puertas para dentro.
Ayúdame a reconocerte en tus hijos más débiles,
en mis hermanos más necesitados,
pues es en ellos, especialmente en ellos,
donde te harás presente en mi vida.
Domingo III de Adviento. Lc 13, 10-18

Despiértame, Señor,
del letargo de mi vida mediocre y sedentaria.
Al igual que María, ponme en camino
para anunciar a unos y a otros que Tú, Señor,
vas a establecer tu morada en nuestras vidas...
«Dichos tú y yo y aquel..., sí, muy dichosos porque hemos creído,
porque lo que nos ha dicho el Señor se cumplirá».
Domingo IV de Adviento. Lc 1, 39-45

Señor, ¿cuándo vas a llegar?
¿Al atardecer?, ¿a media noche?, ¿al amanecer?
A punto de llegar, Señor, y yo... y yo...
¡Estoy preparado, Señor, estoy en vela, te estoy esperando!
JOSÉ MARÍA ESCUDERO

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ORAR
DESDE LA ENTREGA:
“Señor, toma mi ser”
Mi corazón:
Recuerda todo el amor que ha salido de tu corazón hacia tu familia, hacia tus seres queridos, hacia tus amigos y compañeros, hacia las personas que te han ayudado, hacia otras personas, hacia los que nece­sitaron de tu amor y se lo diste. Todos los buenos sentimientos que han bro­tado de ti.
Agradece el haber podido amar tanto.
Ofrece tu corazón a Cristo para que siga amando como El amó; para que, los que necesiten, comprendan cómo ama Cristo a través del amor que brota de tu persona.
n   Haz una breve oración ofreciendo para siempre tu corazón.
Mis ojos:
-          Recuerda todas las miradas bondadosas, serenas, compren­sivas, pacificadoras, llenas de amor que has dirigido a los de tu alrededor. Recuerda todas las cosas bellas que han visto y que te han llenado de satisfacción.
-          Da gracias por haber podido mirar con amor y por haber visto tanta hermosura.
-          Ofrece a Dios tus ojos para que de ellos sólo se desprendan miradas de amor, para que siempre estés dispuesto a ver lo bueno y lo bello: para que, donde veas lo feo y lo malo, te comprometas a transformarlo.
n   Haz una breve oración, ofreciendo tus ojos y la limpieza de tu mirada.
Mis labios:
  Recuerda todas las sonrisas y palabras de ánimo y cariño que has repartido a las gentes.
  Agradece el que puedas expresarte con claridad. Da gracias porque has podido comunicar paz y has podido expresar tu entrega y amor con las palabras.
  Ofrece a Dios tus labios para que puedan seguir sonriendo, sobre todo a los más tristes, para que de tus labios sólo salgan palabras que constru­yan y puedan seguir anunciando el amor de Dios.
n   Haz una breve oración ofreciendo tus labios y tu hablar constructivo.
Mis manos:
Recuerda todo el bien que has podido hacer al servicio de los demás.
Da gracias por todo el bien que has hecho.
Ofrece tus manos a Cristo para que puedan seguir construyendo el Reino de la verdad, de justicia, de amor y de paz.
n   Haz una breve oración, ofreciendo tus manos y tu compromiso para hacer siempre la voluntad de Dios, según su Palabra.
Mis oídos:
  Recuerda todas las cosas buenas que has oído y el bien que has hecho   
“escuchando” a algunas personas.
  Agradece que has podido escuchar y que no prestas tus oídos para escuchar  
el mal, la calumnia, la mentira...
  Ofrece tus oídos a Cristo para que sigan escuchando con amor.
n Haz una oración, ofreciendo tus oídos a Cristo para comprender siem­pre a los demás y hacer oídos sordos a lo que destruyen.
Mi ser:
Haz una oración, entregando todo tu ser a Cristo, como María, dispuesto a ser un fiel seguidor suyo.

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QUÉ ES ORAR
Orar es escuchar y hablar con entera confianza
a Aquél que sé que me quiere
(Sta. Teresa de Jesús)
Escucharle
Antes que yo le hable me ha hablado Dios a mí. Me habló al darme la vida. Me habló al darme amor y hacerme persona. Me hablaba incluso antes de que yo existiera. Me está hablando continuamente a través de la vida y el mundo, y a través de la Biblia. A menudo yo no me entero, pero El no cesa de hablarme. Habla dentro del corazón, no con palabras sonoras. Pero habla fuerte, muy fuerte y muy dulce a la vez. Por eso, la oración empieza por el recogimiento, la atención.
Hablarle
Háblale a Dios desde dentro de ti mismo, desde tu realidad, desde tu verdad, desde tu bien y tu mal, simplemente desde tu corazón. Háblale con silencios, con miradas, con gestos, y también con palabras.
Cuando sientas que El te ha dicho algo concreto, háblale de eso que El te ha comunicado. Háblale poco a poco, palabra a palabra, sacándolas del fondo de ti mismo, como algo muy tuyo, muy querido, muy sentido.
a Aquél que sé que me quiere
La definición no nombra a Dios, que es un Misterio. Alude así a su silencio y oscuridad, pero enciende también una gran claridad.
Porque sabemos muy poco de El, no le entendemos. Pero sabemos con seguridad que nos quiere, me quiere. Esta es una de las revelaciones esenciales de Jesús.
Con entera confianza
Claro, precisamente por eso, porque me quiere. Me quiere siempre, incluso cuando obro mal.
Me escucha siempre, incluso cuando he obrado mal. Puedo echarme en sus brazos con entera confianza.
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Ayúdame, Señor,

para que aprenda

sencillamente a servir

desde el amor fraterno

y el gozo de compartir.

Que viva desde la generosidad,

la entrega, la escucha y el diálogo,

y todo lo que contribuya a convivir.
Que mi autoridad se base
en haber asumido y hecho vida
lo que aprendo de Ti:
abajarme y hacerme pequeño
para que los más pobres puedan subir.
Que gaste la vida
en humildes gestos que sirvan
para que la gente sea feliz,
aunque deba esforzarme o tenga que sufrir.
Que abandone privilegios,
títulos y honores que me hacen
quedar por encima y sobresalir.
Que aprenda que sólo vive plenamente
quien se compromete
para que otros puedan vivir.

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Señor, quiero ser de los tuyos…
dejarme corregir y enseñar,
estar abierto para descubrir el bien
que hay en los demás;
valorar lo que otros aportan
para construir un mundo de fraternidad;
ser humilde para reconocer
que no estoy en posesión de la verdad
y que tengo que dialogar con otros
para poderla encontrar;
liberarme de prejuicios, estrechez de miras
y no encerrarme en mi propia realidad;
abrirme al dinamismo del Espíritu,
en donde quiera soplar;
agradecer lo bueno que otros me dan,
aunque no sean de mi cultura, mi religión,
mi iglesia, mi familia o mi comunidad;
descubrir la riqueza que da la pluralidad,
favoreciendo encuentros
que lleven a la unión en la diversidad;
denunciar injusticias,
ser constructor de paz e igualdad;
“cortar por lo sano”
en aquello que me hace mal;
comprender que tu seguimiento exige radicalidad,
para centrarme en lo importante, en lo esencial…
Señor, quiero ser de los tuyos,
capaz de ver siempre “más allá”.

********************************************


Dame, Señor, tu Sabiduría…
que me acompañe en mis tareas
y me oriente con sentido por la vida;
que me ayude a superar rivalidades
y evite que se apodere de mi la envidia;
que me enseñe el camino de la paz
y trabaje por la justicia;
que me ayude a valorar la comunicación,
el diálogo y la convivencia
en mi comunidad y en mi familia;
que me haga comprensivo y dócil,
lleno de misericordia y empatía;
que me eduque en la austeridad y la moderación
para ser persona solidaria y sencilla;
que me convierta en persona fiel y constante
para perseverar en la vocación recibida;
que me abra a la escucha de la Palabra
para que germine en mí como buena semilla;
que me transforme en persona nueva,
sin prejuicios, favoritismos ni codicias;
que ilumine mis compromisos
para levantar ánimos,
ofrecer esperanzas y curar heridas;
que me aparte de la autosuficiencia
y la arrogancia,
y me convierta en persona sensible,
servicial y compasiva;
que me transforme el corazón
y lo convierta en puro, limpio y sin malicia.
Quiero, Señor, acoger tu Sabiduría
para que pueda comunicarla a todos
y ser testigo de tu Buena Noticia.

                    ******************************


Señor Jesús…
instrúyeme con tus palabras,
oriéntame por tus caminos,
búscame cuando me pierda,
corrígeme cuando me desvío,
acompáñame con tu presencia,
llévame a tu ritmo,
apasióname por el Reino,
ten paciencia conmigo,
serena mi vida agitada,
haz que haga de tu causa
mi destino,
despiértame con tu vigilancia,
haz que encuentre
en ti fuerza y cobijo,
renuévame con tu perdón,
levántame cuando me sienta abatido
muéveme hacia donde me necesiten
libérame
cuando me sienta oprimido…
Recuérdame que la perseverancia,
aunque a veces sea seca y árida,
a la larga produce cosechas
de frutos en abundancia.

Señor Jesús, fecunda…
mi oscuridad con tu Luz,
mi sed con tu Agua,
mi hambre con tu Pan,
mis búsquedas con tu Palabra,
mis dudas con tu Verdad,
mi interioridad con tu Savia,

mis vacíos con tu Presencia, 
mis cruces con tu Vida Resucitada.

3 comentarios:

  1. Pongo una meditación de la madre Teresa de Calcuta que me encanta :)

    http://es.catholic.net/vocaciones/639/1860/articulo.php?id=1706

    podríamos hacer una oracion joven periodicamente! si se animan...

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  2. y esta :)
    http://www.taize.fr/es_rubrique373.html

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  3. la ultima tiene

    Para preparar un momento de oración
    Oración para hoy
    Los cantos meditativos
    El valor del silencio
    Para preparar un lugar acogedor para una oración meditativa
    Los jóvenes y la oración en Taizé
    Los iconos
    Intenciones de oración
    MP3 y podcast
    Aprender los cantos

    muy completo!

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