domingo, 14 de abril de 2013


“Estaba ya amaneciendo…”
§  La experiencia del resucitado pone en marcha a la Iglesia, que anuncia a Cristo con valentía y fuerza. Libres y convencidos, los apóstoles dan testimonio de lo que creen, viven y experimentan. No se dejan amedrentar por presiones, y se muestran alegres y con gran entereza. Un ejemplo que me interpela a ser coherente con mis ideas y mis creencias, sin dejarme condicionar por lo que me venga de fuera. Discernir a la luz de la fe cuál es el fundamento sobre el que se levantan mis convicciones, a quién escucho y obedezco, desde qué criterios a actúo y qué es lo que me echa para atrás y me frena (miedo a ser señalado, a sentirme “bicho raro”, a que no me tengan en cuenta…)
§   La Resurrección de Jesús hay que celebrarla en clave de alabanza y adoración, contemplando la fuerza de la entrega, la donación de la vida, la ofrenda sin límites hecha con generosidad plena… Alegría de quien se sabe en buenas manos y que hace que nada se pierda, de quién experimenta lo que realmente vale la pena. Celebración centrada en la fe, la oración, la caridad… Cristo como Señor del mundo y de la historia, sentido profundo de la realidad, fundamento de la nueva creación.
§   El relato del evangelio de Juan (21,1-19) no pretende ser una crónica periodística que nos narre lo que pasó, sino una reflexión profunda que nos transmite un mensaje de salvación (de sentido, de orientación). Muchos elementos simbólicos nos adentran en su comprensión: la “noche” es la ausencia de Jesús; la “pesca”, la misión; los números (7, 153), la universalidad; la “luz de la mañana”, la presencia  del Señor; la red que no se rompe, la unidad de la Iglesia; la comida, la Eucaristía como signo de donación…
§   Los discípulos han vuelto a Galilea después de la dura prueba de la muerte de Jesús: buen lugar para recordar y olvidar. ¿Todo ha sido un sueño? Mejor volver al trabajo de siempre y nada más. Y, sin embargo, hay tristeza, miedo, desencanto, inestabilidad, desconsuelo, cansancio acumulado, “vientos contrarios”, vacío, frustración, recuerdos desagradables, desconsuelo… “noche oscura” que les cala muy dentro. Y ahí aparece Jesús en medio de todo ello. Cuando más aguda es la crisis, Jesús sale al encuentro. Sin Él nuestra vida y tareas están abocadas al fracaso, con Él se hacen fecundos nuestros esfuerzos. Donde está Jesús se acaba la noche y empieza la luz, el mar se serena, los miedos se diluyen, renace la vida con fuerza, florece el invierno y los vacíos se llenan. Reconocer mi pobreza, obedecer su Palabra, confiar de manera plena… hace que mi incapacidad se transforme en vida nueva.
§   La unión con Jesús termina en comunión del grupo con Él en la Eucaristía. Jesús es centro de la comunidad como fuente de vida, punto de referencia, factor de unidad y vínculo de confianza fraterna. En la comida compartida, Jesús se da como alimento y en ella se integra la aportación de los discípulos, sintonía de comunión en el amor y la entrega.
§   Tengo que estar atento y vigilante, tener muy limpios los ojos del corazón, avivar un “sexto sentido”… porque el Señor es imprevisible y puede aparecer en cada instante: en la noche o en el día, en el trabajo o en la familia, en la oración o en el compromiso, en la belleza o en el dolor, en la comunidad o el servicio…
§  Y cada día me examinará del amor: encarnado en perdonar, acompañar, compartir, besar, abrazar, convivir, ofrecer, orar, servir… Si pongo amor en las cosas que hago, estaré haciendo presente a Dios. Esta es la invitación: Ir hacia Jesús, renovar el amor, compartir la vida, aceptar la misión en el compromiso de cuidar a los hermanos para mostrarles cuánto nos ama Dios.

domingo, 7 de abril de 2013


¿Cómo aparece Jesús?

Celebramos la Pascua. Estamos dentro de los 50 días para asimilar el hondo sentido y la profundidad que lleva consigo la Resurrección de Jesús. No es un rito. Implica unas actitudes, un estilo de vida, una forma de situarse en la realidad, una manera de configurar mis compromisos…
Jesús ha resucitado y está entre nosotros. Los evangelios se escribieron para dar testimonio de esto. Era la gran noticia, que ya antes de escribirla, la narraban y anunciaban los apóstoles: Dios da validez a la vida y mensaje de Jesús. Tenía razón: Jesús es el Salvador (Camino, Verdad y Vida), da sentido profundo a nuestra vida y  nos libera de la muerte. Ha empezado la era del Espíritu. Cristo es el centro de mi vida: de mi dolor y mi alegría, de mis ilusiones y esperanzas, de nuestras reuniones y nuestra comunidad… Esta es la invitación a experimentar y vivir.
Podemos  fijar la mirada en el Evangelio de San Juan (20,19-31) y descubrir cómo aparece Jesús:
ENTRANDO. Está en medio, viene a mi encuentro, derribando miedos, traspasando cerrojos, eliminando temores, evitando aislamientos. Presencia constante. Compañía permanente. Seguridad cierta…
ALENTANDO. Dando ánimos, recreando mi vida, potenciando mis cualidades, dando vitalidad a lo que hay en mí de mortecino, triste o debilitado, empujando en cada vida que nace y crece, en cada trabajo superador, en cada esfuerzo solidario, en cada oración, en cada servicio prestado, en cada labor misionera, en cada acto de amor…
PERDONANDO. Dándome nuevas oportunidades, rehabilitando, acogiendo, sanando. Invitándome a crear una cultura del perdón y convirtiéndome en casa de misericordia. Evitando la enemistad, la dureza de corazón, el prejuicio condenatorio, la insensibilidad despreocupada…
ACOMPAÑANDO. Me respeta con paciencia, me espera, acompaña el ritmo de mi crecimiento, no rechaza, ni recrimina, ni me echa fuera, ni me condena, (como hace con Tomás)
INVITANDO. A tocar, palpar, experimentar, conocer a fondo… La fe no es una conclusión racional, ni un acto voluntarista, ni un sentimiento difuso. La fe me viene por la experiencia. No llega por lectura de libros, catequesis, charlas, discursos u homilías (aunque puedan ayudar), sino por encuentros: “la fe es una chispa que salta de un encuentro”
REUNIENDO. Todo ocurre en comunidad que integra, acoge, crea comunión, escucha la Palabra, crea relación, celebra la fe en la Eucaristía, reza en común como vínculo de unión con Dios y los hermanos, persevera con constancia y espíritu de alegría.
ENVIANDO: para comunicar y dar testimonio, para anunciar y denunciar, para transmitir y compartir, para llevar perdón, amor,  justicia, solidaridad, comunión, fraternidad…
Siete maneras de situarse Jesús entre nosotros. Siete maneras de situarme yo en medio de mi realidad.