viernes, 22 de febrero de 2013

CUARESMA:
UN PUEBLO QUE CAMINA
La Cuaresma es camino, es peregrinación: símbolo muy humano, nuestra vida es caminar. Pero es un símbolo bíblico muy fuerte. El pueblo de Dios era y es un pueblo peregrino, un pueblo que vive en esperanza. Jesús mismo se manifestó como Camino.
El antiguo pueblo de Dios caminó por el desierto durante cuarenta años para alcanzar la Tierra Prometida.
Moisés, para encontrarse con Dios, hubo de subir al monte Sinaí, donde permaneció cuarenta días.
Elías tuvo también su cita con Dios en el monte Horeb, al que llega después de cuarenta días de peregrinación. Un camino largo y costoso, porque se encontraba desarmado y despojado de todo, además de perseguido.
El pueblo cristiano también camina, especialmente en los cuarenta días cuaresmales, pero su meta no tiene que ver con la geografía o algún tipo de política O espiritualidad conquistadora. No quiere alcanzar la Tierra Prometida o la cumbre de un monte, quiere alcanzar a Cristo. Su objetivo está personalizado, es Cristo. Él es nuestra Tierra Prometida y nuestro monte encendido. «Vosotros no os habéis acercado a una realidad sensible (...) Os habéis acercado al monte Sión, a la ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celestial (...) y a Jesús, mediador de una nueva alianza» (Hb 12, 18. 22. 24).
Caminar hacia Jesús significa sintonizar con él. Alcanzar a Jesús significa comulgar con él, vivir en él, cristificarse (cf Flp 3, 10).
Pero ¿cómo puedo yo alcanzar a Cristo si él es un gigante y yo soy un enano, si él corre a la velocidad de la luz y yo como un gusano? Pablo te da la respuesta. Más que alcanzar tú a Cristo, lo que importa es que te dejes alcanzar por él. «Continúo mi carrera por si consigo alcanzarlo, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús» (Fil 3, 13). Dejarte alcanzar por Cristo es abrirte a él, escuchar su palabra, permitir que él te vaya moldeando a su manera, que sea tu Señor.
No te equivoques. La carrera es interior. Es en tu mayor intimidad donde ha de realizarse la conquista o el encuentro o la transformación.
LA CUARESMA PEREGRINA
«La Cuaresma es el tiempo privilegiado de la peregrinación interior hacia Aquel que es la fuente de la misericordia» (Benedicto XVI).
Peregrinación interior. Es entrar dentro de nosotros mismos, nuestro castillo interior, pasando de profundidad en profundidad, hasta llegar al más profundo centro, donde Dios tiene su morada.
Nuestro problema es que vivimos muy extrovertidos, estamos constante e intensamente volcados hacia fuera. ¿Quién aguanta un silencio prolongado, un día sin televisión o sin radio? Nos atraen poderosamente las fiestas, los escaparates, las diversiones, las grandes superficies comerciales. Éstos son nuestros templos, nuestras peregrinaciones y diarios ejercicios. Nos pasa como a aquellos pozos de la parábola, preocupados obsesivamente por acumular cosas en el brocal, cosificados, y olvidados de su secreto interior, que les sonaba a hueco.
La Cuaresma es tiempo oportuno para ejercitarse en la interiorización. He aquí algunas pautas para el camino.
Si quieres hacer un buen viaje cuaresmal: Entra, calla, escucha, ora, cree, ama, adora.
Entra. Abre para ti mismo la puerta. Interioriza la ruta. La meta que buscas está dentro, muy dentro de ti. Llama a tu propia puerta. No vivas tanto tiempo fuera de ti.
Calla. Manda callar a los vientos y tempestades agitadas. Chillan tus sentidos todos, las imaginaciones locas, las curiosidades vanas, las emociones fuertes; gritan las insatisfacciones hondas, las del placer, las de la estima, las del cariño. Impón silencio general.
Escucha. No estás acostumbrado a la escucha. Abre los oídos de tu corazón. Tu verdadera riqueza es la palabra, la de Dios y la del hermano. Guárdala dentro de ti.
Ora. Con palabras y con silencios, con gritos y con murmullos, con lágrimas y con danzas. Pide y agradece. Levanta a Dios tus manos y tu corazón. Ten siempre tres lámparas encendidas.
Cree. Una fe más confiada y alegre. Pon tu vida en sus manos. Una fe más coherente y contagiosa. Déjate amar, déjate hacer.
Ama. Es cuestión de vida o muerte, mejor, de vida y muerte. El amor es vida, pero tienes que morir primero. Dile a Jesús que te ayude a morir, que te ayude a amar, como él. Es un maestro del amor, un capitán del querer. Dile a Jesús que te ame, para que tú puedas amar con su amor.
Adora. La adoración es un himno de amor y alabanza. Dejamos de vivir para nosotros, y nos dejamos llevar por el Espíritu. El inspira y alienta nuestra adoración, «un contacto boca a boca, un beso, un abrazo, un resumen de amor» (Benedicto XVI). Cristo mismo se hace en nosotros, bajo la dirección del Espíritu, canto de alabanza y adoración.

sábado, 2 de febrero de 2013

La quinua
Este año 2013 ha sido declarado por Naciones Unidas como el Año Interna­cional de la Quinua. La quinua (Chenopodium qui­noa) es una planta alimenticia cultivada en la zona de los Andes desde hace más de 5000 años. Se dice que es un pseudocereal, porque no per­tenece a la familia de las gramíneas pero tiene un alto contenido en almidón y un uso muy semejante al de los cere­ales. Su contenido nutritivo es muy alto, sobre todo en proteí­nas (casi e120%, el doble de cualquier otro grano), y es el único alimento vegetal que contiene todos los aminoáci­dos esenciales para el ser humano.
Creo que este año internacio­nal de la quinua puede ayudar­nos a identificar algunas áreas de mejora y establecer algunos propósitos concretos para el año 2013 que hemos comenzado
§  Primero, volver a lo esencial. Necesitamos rezar continua­mente "danos hoy nuestro pan de cada día" sin olvidar que muchas personas no pueden dar por supuesto el alimento cotidiano. Mientras 870 millo­nes de personas no tienen lo suficiente para comer, la lla­mada soberanía alimentaria es todavía una utopía y una meta por la que luchar. Es preciso tomar distancia frente a tantos productos sofisticados, que nos seducen con el señuelo de la publicidad, pero que muchas veces resultan ser profundamente engañosos. Lo básico y esencial no es siempre lo más fácil: la quinua se da a 4000 metros de altitud, en condiciones climatológicas bastante duras.
§  Segundo, alimentarnos de lo verdaderamente nutritivo. San Pablo escribe la comunidad de Corinto, reconociendo que "no pude hablaros como a hombres espirituales, sino como a simples hombres, como a niños en la vida cris­tiana. Leche os di a beber y no alimento sólido, pues aún no podíais con él; ni ahora podéis, dado que aún os guía el instinto" (1 Corintios 3, 1­2). Quizá haya llegado para nosotros el momento de ali­mentamos de sustancia sólida: apertura radical a Dios, servi­cio gratuito a los hermanos, abnegación personal y renun­cia a los propios intereses, amor incondicional...
§  Tercero, valorar la diversidad. Uno de los motivos para declarar el Año Internacional de la Quinua es la defensa de la biodiversidad y el reconocimiento de las prácticas ancestrales de los pueblos andinos. ¿Cómo me sitúo ante la diversidad en mi comuni­dad, en la Iglesia, en la socie­dad? ¿La considero una riqueza, una amenaza, un estorbo,...? ¿La valoro, la cuido, la fomento, la respeto?
Daniel Izuzquiza. En revista Vida Religiosa. Enero 2013