¿Sabías que...?


VOCABULARIO
BÁSICO MISIONERO
MISIÓN AD GENTES
Acción evangelizadora de la Iglesia consistente en anunciar el Evangelio —con la palabra, el tes­timonio y la vida— a quienes todavía no conocen a Jesús ni se han incorporado a la Iglesia por el bautismo. Es "una dimensión paradigmática que afecta a todos los aspectos de la vida cristiana" (Mensaje DOMUND 2013, 2), y está aún en sus comienzos, ya que el 67% de la humanidad aún no ha recibido el Evangelio (cf. RM 1).
OBRAS MISIONALES PONTIFICIAS
Instrumento privilegiado, en las manos del Papa, para sostener la misión ad gentes y ofrecer a esta las ayudas necesarias, conforme a una distribución equitativa de las limosnas que los fieles hacen con este fin. Los bienes recibidos se depositan en un Fondo Universal de Solidaridad, pa­ra su envío a los 1.103 territorios de misión.
TERRITORIOS DE MISIÓN
Circunscripciones eclesiásticas, ordinariamente de reciente implantación, que carecen de recursos hu­manos y económicos para poder subsistir por sí mismas. En ellas los católicos suelen ser una mino­ría. Constituyen el 37% de las circunscripciones de la Iglesia católica, y dependen de la Congrega­ción para la Evangelización de los Pueblos. También son llamadas Iglesias jóvenes o en formación.
COOPERACIÓN ECONÓMICA
Colaboración en bienes materiales que los fieles aportan a la Iglesia como expresión de la comu­nión eclesial. Ha de hacerse con espíritu evangélico, es decir, de modo permanente, anónimo y con sentido sobrenatural.
FORMACIÓN MISIONERA
Educación del espíritu misionero universal y de la colaboración entre las Iglesias para el anuncio del Evangelio al mundo.
VOCACIÓN MISIONERA
Vocación propia de los misioneros, "ministros del Evangelio", que irradian la fe que han recibido y la alegría de Cristo, y que "aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el Reino de Dios y de implantar la Iglesia en el mundo" (EN 80), actuando "en unión con la misión de la Iglesia y en su nombre" (EN 60; Mensaje DOMUND 2013, 3).
ANIMACIÓN MISIONERA
Labor pastoral de la Iglesia particular para que la dimensión misionera impregne las actividades de formación, celebración y acción de los bautizados y las comunidades cristianas. Sus principa­les promotores son los misioneros y misioneras, al "vivir con alegría su precioso servicio en las Iglesias a las que son destinados" y al "llevar su alegría y su experiencia a las Iglesias de las que proceden" (Mensaje DOMUND 2013, 5; cf. Hch 14,27).
CRISTIANOS PERSEGUIDOS
Cristianos que, "en diversas partes del mundo, se encuentran en dificultades para profesar abier­tamente su fe y ver reconocido el derecho a vivirla con dignidad"; muchos de ellos "arriesgan su vida para permanecer fieles al Evangelio de Cristo" (Mensaje DOMUND 2013, 5).

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… palabras son claves
en cuaresma?
CUARESMA: Cuarenta días de preparación intensiva para recibir el Bautismo en la Vigilia Pascual. Para los ya bautizados, la Cuaresma es el tiempo oportuno para refrescar las exigencias asumidas en el Bautismo y dar pasos hacia el Señor y no quedarnos parados... Por eso la Cuaresma es el tiempo principal de catequesis, tanto de los catecúmenos (los que se van a bautizar), como de los ya bautizados. A eso respondían las tradiciones: ejercicios espirituales, charlas cuaresmales, Vía Crucis, devociones diversas, cofradías...
ORACIÓN: Las cosas de Dios hay que hacerlas con Dios y con la ayuda de Dios.  Por eso, si quieres ser creyente, hay que pedir fuerzas a Dios, tienes que orar, tienes que pedir.  El encuentro con Dios no depende sólo de nuestras fuerzas.
PENITENCIA: No se trata de que te maltrates.  La penitencia principal es la vida ordinaria bien hecha, hecha a conciencia, con plenitud. ¿Quién te maltrata más que la vida, o que alguna gente del entorno cotidiano?  (¡Vaya penitencia que son algunos!). Además, « lo de cada día »: los viajes, los desplazamientos, el ir corriendo, el trabajo, lo imprevisto... ¡Eso puede ser penitencia si lo vives con hondura y con sentido!  Tu corazón te dirá si necesitas hacer algo más.
AYUNO: Privarse de comida para descubrir lo que sí es esencial.  Estamos acostumbrados a mucha golosina, a mucho capricho... Al final salimos un poco « caprichosillos »... personas de «lo que me gusta», de «lo que me apetece».  El ayuno ayuda a eliminar lo que no es esencial, para descubrir el valor de lo esencial.  Tenemos tanto, que a veces ya no diferenciamos lo esencial de lo que no es... No te privas (ayunas) de cosas para «fastidiarte», sino para caminar hacia lo esencial de la vida, para descubrir lo.  Como te privas de comprar algunas cosas porque estás ahorrando para comprar algo más esencial, y no te puedes permitir lujos.  Eso mismo aplícalo a la vida del Evangelio, a Dios... Ayuna de comida, ayuna de caprichos, ayuna de tonterías para descubrir lo que vale la pena en la vida... Con tanta tontería a lo mejor pierdes el norte de la vida.
ABSTINENCIA: Es una práctica que consiste en privarse de determinados alimentos (tradicionalmente era la carne) para recordarnos que hay que tener control, que hay que saber decir «no» en la vida a cosas que no son evangélicas... Todo es pedagogía para caminar hacia lo importante, lo central.  Quizás hoy la carne no es la abstinencia más significativa y hay otras abstinencias más duras: fumar, beber, comprar tales marcas, quitar horas a la TV, gastar menos en bares o restaurantes... El corazón y tu sinceridad te dirán si puedes y debes cambiar la carne por otras cosas.
LIMOSNA: No ayunas para tener para mañana o para almacenar. Ayunas para dar, para compartir, para abrirte a los demás.  Dios, cuando entra en la vida de la gente, toca el bolsillo (como a Zaqueo, Lc 19).  Es que cuando hacemos importante a Dios en la vida, nada vale más que Dios. ¡Ni el dinero ni la comida!
CUMPLIMIENTO PASCUAL: Es la expresión que recoge el mandamiento de la Iglesia: confesar y comulgar al menos una vez al año.  Se señalaba el tiempo pascual como el mejor momento, tras los ejercicios cuaresmales.  Se trata de una ley de mínimos, no de máximos.  Lo ordinario es participar activamente y plenamente en la Eucaristía, debidamente dispuestos.  El cumplimiento pascual se entendió en muchas capas del pueblo como ley de mínimos: «una vez y ya basta, ya he cumplido para todo el año»; además favorecía esta perspectiva el lastre de un cierto rigorismo que venía a decir que hay que ser muy buenos para recibir al Señor.  Todo sumado, resultó que lo ordinario para muchos cristianos fuera «asistir a misa» (no «participar» en la Eucaristía) y no comulgar.  También se difundió la idea de que para comulgar había que confesarse antes siempre.  Era una dificultad añadida que excusaba un poco, porque no siempre había oportunidad de confesarse.  La confesión antes de la Eucaristías normativa cuando uno es consciente de que no ha vivido las exigencias cristianas, ha pecado, ha roto o abusado del amor de Dios.  Hoy posiblemente estemos pasando a la acera opuesta, y en algunos casos, ir a comulgar no es un gesto de comunión con Dios, con Cristo, con su proyecto de vida, con las exigencias que el amor a Dios y al prójimo nos piden, sino un gesto que se hace sin más, casi falto de valor.
DÍA DE DOLORES: El viernes anterior al Domingo de Ramos.  Se conmemoraba antes de la reforma litúrgica conciliar los Dolores de la Virgen, que se celebraban de manea más solemne, aunque solapada, en las procesiones de Semana Santa con el «paso» de la Dolorosa o Virgen de los Dolores.  Hoy ya no se celebran los Dolores de María en este viernes, por mucho que algunos mantengan la tradición. Litúrgicamente, Nuestra Señora de los Dolores tiene su día propio de celebración el 15 de septiembre, después de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, el 14 de Septiembre.

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… origen
tiene la Navidad?
1. La fecha
La fiesta de Navidad se celebra el 25 de diciembre porque desde muy antiguo y en la época romana se celebraba por estas fechas una fiesta dedicada al «sol naciente» (natalis solis) tras el solsticio de invierno. El sol comenzaba a crecer de nuevo, la luz de la noche poco a poco era vencida y recortada por el sol.
2. Nombre y significado.
Los cristianos vieron en esta realidad cósmica un reflejo de la realidad salvífica que era Jesús, el Sol que nace de lo alto, para iluminar a todos los hombres. «Por la entra­ñable misericordia de nuestro Dios nos visitará el Sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz» (Lc 1,78-79).
Al 25 de diciembre lo llamaron los cristianos dies natalis o nativitas, “día del nacimiento de Jesucristo”. De ahí la palabra «Navidad».
3. Qué celebran los cristianos en Navidad.
En la fiesta de Navidad los cristianos celebramos tres he­chos fundamentales:
1)      El Señor Jesús vino. Jesús nació en un portal de Belén hace más de dos mil años. Este hecho está cla­vado en la historia de la humanidad. Ninguna persona nace dos veces. Pero las personas recordamos la fecha de nacimiento y celebramos el cumpleaños. La Navi­dad es memoria viva de un hecho que pasó.
2)      El Señor Jesús viene. Jesús no es un hombre como los demás. Es especial: es el Hijo de Dios, que nació, vivió, murió y resucitó por nuestra salvación. Vive ya para siempre porque ha vencido a la muerte. La Navi­dad es celebración de esta presencia viva de Jesús en­tre nosotros.
3)      El Señor Jesús vendrá. Los cristianos afirmamos que Jesús volverá de nuevo. Una de las verdades fundamentales contenidas en el Credo es esta: «Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos». La celebración de la Navidad es también hacer memoria de la venida definitiva de Jesús.
En la oración de los cristianos, este aspecto o deseo de que Jesús vuelva está muy marcado. Basta analizar la «plegaria eucarística», plegaria central de la misa, y se advierte que está llena de referencias a la «espera» del Señor. Después de la consagración, la asamblea respon­de: «Anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas»,­ «Ven, Señor Jesús».
Marana tha, o Maran atha, es una expresión aramea, la lengua que habló Jesús. Los primeros cristianos la usa­ban para anunciar que «el Señor Jesús ha venido», o para suplicar: «Ven, Señor Jesús». Es la oración más típi­ca de los cristianos en Adviento y fuera del Adviento.
4. Cristianización de tradiciones paganas
La celebración de la Navidad el día 25 de diciembre no es una celebración histórica, es decir, no quiere precisar que Jesús naciera un 25 de diciembre. La fecha de la Na­vidad es convencional.
Ningún historiador serio niega hoy la realidad histó­rica de Jesús.
Por otra parte, los relatos de la infancia de Jesús que encontramos en los evangelistas Lucas y Mateo no pretenden ser una narración histórica, sino una pre­sentación teológica de los orígenes de Jesús.
Los relatos de la infancia de Jesús refieren acontecimientos vividos, meditados y contados en un clima de fe y de fidelidad a unos hechos históricos, para tratar de inculcar la fe en Jesús. Sabemos que el nacimiento ocu­rrió en tiempo del emperador Augusto y poco antes de morir Herodes (hay entre cuatro y siete años de dife­rencia sobre lo que marca el calendario cristiano).
El cristianismo se aprovecha de una fiesta que tenía lugar en Roma en honor del dios Mitra, «sol invenci­ble». El emperador Aureliano (270-275) inauguró el 25 de diciembre del 274 un suntuoso templo al «dios sol» en el Campo de Marte. A partir de este día, señalado por el solsticio de invierno, comenzaba a crecer la luz solar. Poco antes de esta fiesta del sol, del 17 al 23 de diciembre, se celebraban, también en Roma, las Saturnales, fiestas en honor de Saturno, dios agrícola del Lacio, repletas de diversiones y banquetes. Estas fiestas comenzaron hacia el año 217, cuando el carta­ginés Aníbal derrotó a los ejércitos romanos y se termi­naron las llamadas Guerras púnicas.
En el norte de Europa había una fiesta de invierno, dedicada al culto solar, en la que se quemaban gran­des troncos de madera en honor de los dioses para que el sol brillara con más fuerza.
Como se puede ver, tanto en Roma, corazón de la civilización, como en el norte de Europa, existían unas fiestas alrededor de lo que hoy es nuestro tiempo de Adviento y Navidad. El sol, los banquetes y el fuego son elementos que están presentes de una u otra ma­nera en todas partes.
Durante los tres primeros siglos, en la cristiandad no se celebraba la Navidad. A lo sumo se veneraba la ermita erigida en el lugar donde nació Jesús. Los cris­tianos celebraban únicamente la Pascua. El cristianis­mo tiene como vértice de su fe la confesión de Jesús resucitado.
En Oriente se fue implantando la fiesta de la Epifa­nía el 6 de enero. En Roma se abre paso, entre los siglos III y IV, la celebración de la Navidad. Constantino, una vez convertido al cristianismo, decretó como días festivos el primer día de la semana (el domingo) y el 25 de diciembre, fiesta del nacimiento de Jesús, para todo el Imperio.
El cristianismo fue cambiando el sentido de unas tradiciones festivas que ya existían, hasta llegar a la Navidad que nosotros conocemos hoy.
5. Fiesta fija
La Navidad es la única fiesta del Señor que los cristia­nos no celebran en domingo. Siempre se celebra el 25  de diciembre. Después de las fiestas de Pascua de Re­surrección y Pentecostés es la fiesta más importante del cristianismo.

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… el buey, la mula
y el Niño de Belén?
Estos días se ha armado una pequeña algarabía mediática a propósito de unas palabras del Papa en su reciente libro "La infancia de Jesús", último volumen de su trilogía sobre Jesús de Nazaret.
Todo, porque Benedicto XVI hace esta afirmación: "María puso a su niño recién nacido en un pesebre (Cf. Lc 2, 7). De aquí se ha deducido con razón que Jesús nació en un establo, en un ambiente poco acogedor -estaríamos tentados de decir: indigno-, pero que ofrecía en todo caso la discreción necesaria para el santo evento (...) El pesebre hace pensar en los animales, pues allí es donde comen. En el Evangelio no se habla en este caso de animales" (pp. 74 y 76).
Pero el Papa, sabio y veterano profesor, puntualiza que es "en el Evangelio" donde "no se habla de animales" (p. 76). Efectivamente, san Lucas, que es quien describe el Nacimiento de Jesús en Belén, no habla de animales junto al pesebre. Pero eso no quiere decir que no los hubiera. ¡Cuántas cosas que han visto quienes escriben libros de viaje o de historia, no las trascriben. Por eso, no es extraño que el Papa -siempre profesor- pueda decir que "la meditación guiada por la fe, leyendo el Antiguo y el Nuevo Testamento relacionados entre sí, ha colmado muy pronto esta laguna, refiriéndose a Isaías: ‘El buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño: Israel no me conoce, mi pueblo no comprende" (Is. 1,3).
De todos modos, no está de más recordar que hasta el siglo trece no existieron "belenes/nacimientos", ni buey ni mula, pues todo esto es obra del simpar san Francisco de Asís. San Buenaventura nos ha dejado este precioso testimonio: "Tres años antes de su muerte, él (Francisco) quiso celebrar en Greccio el recuerdo del Nacimiento del Niño Jesús, y deseó hacerlo con toda posible solemnidad, a fin de aumentar mayormente la devoción de los fieles. Para que la cosa no fuese adjudicada a manía de novedad, primero pidió y obtuvo el permiso del Sumo Pontífice". Francisco comenzó los preparativos quince días antes del 25 de diciembre. Eligió un lugar abierto donde pusieron un paño blanco, como los del altar, y llevaron gran cantidad de heno. Luego trasladaron un asno, un buey y gran cantidad de otros animales. Hizo instalar un altar y un pesebre con paja y colocó en su interior la imagen en piedra del Niño Jesús. Nueve días antes del 25 de diciembre convocó a todo el pueblo para celebrar una misa en presencia de la representación del Nacimiento. El entusiasmo del santo y del pueblo fue indescriptible. Hoy "el belén" de san Francisco está extendido por casi todo el mundo católico.
¿Benedicto XVI ha desautorizado esta práctica tan popular y entrañable, y, más en concreto, la presencia del buey y la mula? Todo lo contrario. "Ninguna representación del nacimiento -dice expresamente- renunciará al buey y al asno" (p. 76-77). Lo que Benedicto XVI ha hecho es darle un plus de significado. Haciendo una fina reflexión exegética sobre varios textos del Antiguo Testamento descubre que el buey y el asno junto al pesebre son "como una representación de la humanidad, de por sí desprovista de entendimiento, pero que ante el Niño, ante la humilde aparición de Dios en el establo, llega al conocimiento y, en la pobreza del nacimiento, recibe la epifanía, que ahora enseña a todos a ver. La iconografía cristiana ha captado ya muy pronto este motivo. Ninguna representación de nacimiento renunciará al buey y al asno".
Efectivamente, las familias cristianas, las parroquias y otras instituciones seguirán haciendo el Belén, que les recuerde el hecho más prodigioso de todos los tiempos: que Dios se ha hecho un hombre tan hombre, que se ha hecho Niño en Belén. Nosotros, no dejaremos de mirarle, para aprender de él lo mucho que nos ama.
+Francisco Gil Hellín. Arzobispo de Burgos.

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… expresamos
con la palabra “Amén”?
El término amén, lejos de correspon­der siempre exactamente a la tra­ducción actual de «¡Así sea!», que expresa un mero deseo, pero no una certeza, significa ante todo: Cierta­mente, verdaderamente, seguramente, o sencillamente: Sí. En efecto, este adverbio deriva de una raíz hebrai­ca que implica firmeza, solidez, se­guridad. Decir amén es proclamar que se tiene por verdade­ro lo que se acaba de decir, con intención de ratificar una proposición o a unirse a una plegaria.
1. Compromiso y aclamación. El amén que confirma un dicho puede tener un sentido débil, como cuando decimos «¡Sea!» (Jer 28,6). Pero las más de las veces es una palabra que compromete: con ella muestra uno su conformidad con alguien (1Re 1, 36) o acepta una misión (Jer 11,5), asume la responsabilidad de un jura­mento y del juicio de Dios que le va a seguir (Núm 5,22). Todavía más solemne es el compromiso colectivo asumido en el momento de la reno­vación litúrgica de la alianza (Dt 27,15-26; Neh 5,13).
En la liturgia este término puede adquirir también otro valor; si uno se compromete frente a Dios, es que tiene confianza en su palabra y se remite a su poder y a su bondad; esta adhesión total es al mismo tiem­po bendición de aquel al que uno acepta servir (Neh 8,6); es una oración segura de ser escuchada (Tob 8,8; Jdt 15,10). El amén es entonces una aclamación litúrgica, y en este con­cepto tiene su puesto después de las doxologías (las invocaciones al Padre, al Hijo y al Espíritu); en el NT tiene con frecuencia este sentido (Rom 1,25; Gál 1,5; 2Pe 3,18; Heb 13,21). Siendo una aclamación por la que la asamblea se une al que ora en su nombre, el amén supone que para adherirse a las palabras oídas se comprende su sentido (1Cor 14,16) y uno acepta, asume, se compromete, reafirma… lo que anteriormente se ha expresado.
Finalmente el amén, como adhe­sión y aclamación, concluye los cán­ticos -de los elegidos, en la liturgia del cielo (Ap 5,14; 19,4), donde se une al alleluia.
El amén de Dios y el amén del cristiano. Dios, que se ha compro­metido libremente, se mantiene fiel a sus promesas; es el Dios de verdad, que es lo que significa el título de “Dios amén” (Is 65,16).
El amén de Dios es Cristo Jesús. Porque por él realiza Dios ple­namente sus promesas y manifiesta que no hay en él y no, sino úni­camente (2 Cor 1,19s). En este texto sustituye Pablo el amén hebreo por una palabra griega, nai, que signifi­ca “sí”. Jesús, para recalcar que es el enviado del Dios de verdad y que sus palabras son verdaderas, intro­duce sus declaraciones con un amén (Mt 5,18; 18,3...), redoblado el evan­gelio de Juan (Jn 1,51; 5,19...). Pero Jesús no es solamente el que dice la verdad diciendo las palabras de Dios, sino que es la palabra mis­ma del verdadero Dios, el amén por excelencia, el testigo fiel y verda­dero (Ap 3,14).
Así, si el cristiano quiere ser fiel, debe responder a Dios uniéndose a Cristo; el único amén eficaz es el que es pronunciado por Cristo a la gloria de Dios (2Cor 1,20). La Igle­sia pronuncia este amén en unión con los elegidos del cielo (Ap 7,12) y nadie puede pronunciarlo a menos que la gracia del señor Jesús esté en él; así el voto con que termina la Biblia y que va sellado por un últi­mo amén, es que esta gracia sea con todos (Ap 22,21).
Repasa y piensa en todos los momentos de la Eucaristía en los que pronuncias la palabra “amén”. Sé consciente (después de lo que has leído) de qué significa pronunciar esa palabra en cada uno de esos momentos, qué tiene que ver con tu vida, con tu vocación de seguidor/a de Jesús, con tus compromisos como creyente…

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… se celebra el día 1 y 2
de noviembre?
      Desde hace más de un milenio -a partir del siglo IX- la Iglesia Católica celebra el 1 de noviembre la solemnidad litúrgica de Todos los Santos.
      En ese mismo contexto celebrativo y temporal, los monjes benedictinos de la célebre abadía de Cluny, comenzaron también a celebrar al día siguiente -2 de noviembre- la conmemoración de los fieles difuntos, que pronto se extendió por toda la Iglesia y en el siglo XIV tenía también lugar en Roma.
      Ambas están unidas por el denominador común de la vida eterna después de la vida terrena. Ambas han sido y siguen siendo muy populares hasta el que punto que el mes de noviembre es “el mes de las ánimas”, tiempo propicio, pues, para rezar por los difuntos y para reflexionar sobre la llamada doctrina de la Iglesia de los “Novísimos” o Escatología, que no es sino el dogma cristiano de la resurrección de los muertos y la respuesta al sentido de la vida y de la muerte.
1 de noviembre: Todos los Santos
     El 1 de noviembre es la solemnidad litúrgica de Todos los Santos. Se trata de una popular y bien sentida fiesta cristiana, que al evocar a quienes nos han precedido en el camino de la fe y de la vida, gozan ya de la eterna bienaventuranza, son ya -por así decirlo- ciudadanos de pleno derecho del cielo, el estado común de toda la humanidad de todos los tiempos.
     Esta solemnidad litúrgica, la Iglesia englobaba a todos los santos. Si durante el resto del año litúrgico se nos ofrecen las memorias de distintos y conocidos santos, en la fiesta del 1 de noviembre los protagonistas son, sobre todo, los santos anónimos, los santos desconocidos, los santos del pueblo, los santos de nuestras familias; santos, en definitiva, con rostro tan cercano hasta el punto se que no hay duda de que entre los santos del 1 de noviembre se incluyen amigos, paisanos, conocidos y familiares.
      ¿Y qué es ser santo? Afirmaba  el Papa Benedicto XVI: “El santo es aquel que está tan fascinado por la belleza de Dios y por su perfecta verdad que éstas lo irán progresivamente transformando. Por esta belleza y verdad está dispuesto a renunciar a todo, también a sí mismo. Le es suficiente el amor de Dios, que experimenta y transmite en el servicio humilde y desinteresado del prójimo”.
Santos de carne y hueso
      Hace ya unos años el sacerdote y músico español Cesáreo Gabaraín, autor, por ejemplo, del popular “Tú has venido a la orillas”, compuso una canción en la que nos describía lo que es la santidad. Decía la letra de la canción: “Un santo no es un ángel, es hombre de carne y hueso, que sabe levantarse y volver a caminar. El santo no se olvida del llanto de su hermano, ni piensa que es más bueno subiéndose a un altar. Santo es el que vive su fe con alegría y lucha cada día, pues vive para amar”.
     Además, la fiesta de Todos los Santos, es también una llamada apremiante a que vivamos todos nuestra vocación a la santidad según nuestros propios estados de vida, de consagración y de servicio. En este tema insistió mucho el Concilio Vaticano II. El capítulo V de su Constitución dogmática “Lumen Gentium” lleva por título “Universal vocación a la santidad en la Iglesia”. La santidad no es patrimonio de algunos pocos privilegiados. Es el destino de todos, como fue, como lo ha sido para esa multitud de santos anónimos a quienes hoy celebramos. 
2 de noviembre: los fieles difuntos
    El 2 de noviembre es el día de la conmemoración de los fieles difuntos. Nuestros cementerios y, sobre todo, nuestro recuerdo y nuestro corazón se llenan de la memoria, de la oración ofrenda agradecidas y emocionadas a nuestros familiares y amigos difuntos.
     La muerte es, sin duda, alguna la realidad más dolorosa, más misteriosa y, a la vez, más insoslayable de la condición humana. Como afirmara un célebre filósofo alemán del siglo XX, “el hombre es un ser para la muerte”. Sin embargo, desde la fe cristiana, el fatalismo y pesimismo de esta afirmación existencialista y real, se ilumina y se llena de sentido. Dios, al encarnarse en Jesucristo, no sólo ha asumido la muerte como etapa necesaria de la existencia humana, sino que la ha transcendido, la ha vencido.

       Ha dado la respuesta que esperaban y siguen esperando los siglos y la humanidad entera a la nuestra condición pasajera y caduca. La muerte ya no es final del camino. No vivimos para morir, sino que la muerte es la llave de la vida eterna, el clamor más profundo y definitivo del hombre de todas las épocas, que lleva en lo más profundo de su corazón el anhelo de la inmortalidad.
       En el Evangelio y en todo el Nuevo Testamento encontramos la luz y la respuesta a la muerte. Las vidas de los santos y su presencia tan viva y tan real entre nosotros, a pesar de haber fallecido, corroboran este dogma central del cristianismo que es la resurrección de la carne y la vida del mundo futuro, a imagen de Jesucristo, muerto y resucitado.
Morir se acaba
     Meses antes de fallecer, en junio de 1990, ya muy visitado por la hermana enfermedad, el periodista, sacerdote, escritor y poeta José Luis Martín Descalzo, escribió, con jirones de su propio cuerpo y de su propia alma, versos bellísimos y tan cristianos sobre la muerte. Dicen así:
“Morir sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.
Acabar de llorar y hacer preguntas,
ver al Amor sin enigmas ni espejos;
descansar de vivir en la ternura;
tener la paz , la luz, la casa juntas
y hallar, dejando los dolores lejos,
la Noche-luz tras tanta noche oscura”. 
                 (Jesús de las Heras – Director de la revista Ecclesia)

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… el rosario se inspira en los salmos?
La devoción al Rosario se asienta en la devoción existente en algunos monasterios y conventos de recitar Avemarías al contemplar los hechos más significativos de la vida de María. En el siglo XII se extiende la costumbre de que los monjes que no saben leer sustituyan la lectura de los salmos (el Salterio o Liturgia de las Horas) por el rezo del Padrenuestro y el Avemaría. Dividida la vida de María en 5 Misterios (gozosos, dolorosos, gloriosos) y en cada misterio teniendo presente 5 momentos significativos, se establecía el rezo de 150 avemarías (relacionándolo con los 150 salmos de que consta en Salterio).  Muy pronto esta práctica de piedad arraigó en el pueblo sencillo como una oración profunda, sentida y fácil de realizar.
En el siglo XIV se va divulgando la leyenda de la institución del rosario por Santo Domingo. Él y sus hermanos de la Orden de los Predicadores serán los que difundan esta forma de oración entre la gente sencilla y crearon Cofradías y Fraternidades del Rosario. El papa Gregorio XIII establece la fiesta de Nuestra Señora, la Virgen del Rosario que se celebra el 7 de octubre.  En el año 2002, el Papa Juan Pablo II añade, en el rezo del Rosario, los misterios llamados de Luz para resaltar el carácter cristológico del rosario y contemplar los misterios de la vida pública de Jesús, desde el Bautismo hasta la Pasión.
Así pues, los Misterios del Rosario quedan establecidos de la siguiente manera:
MISTERIOS GOZOSOS (se rezan los lunes y sábados)
1. La Anunciación del ángel a la Virgen María (Lc 1.28-38).
2. La visita de Nuestra Señora a santa Isabel (Lc 1.39 20).
3. El nacimiento de Jesús en el portal de Belén (Lc 2.1-20).
4. La presentación del Niño Jesús en el Templo (Lc 2,22 24)
5. Jesús, perdido y hallado en el Templo (Lc, 2.40 50)
MISTERIOS LUMINOSOS (se rezan los jueves)
1.    El Bautismo de Jesús en el Jordán (Mc 1,10-11)
2.    La autorrevelación de Jesús en las bodas de Caná (Jn 2,3-5)
3.    El anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión (Mc 1,15)
4.    La Transfiguración (Lc 9,29-35)
5.    La institución de la Eucaristía (Mc 14,22-24)
MISTERIOS DOLOROSOS (se rezan los martes y viernes)
1. La oración de Jesús en el Huerto de los Olivos (Mc 14,33 42; Mt 26.36-44)
2. Los azotes de Jesús, atado a la columna (Jn 19,1-3)­
3. La coronación de espinas (Jn 19.2-3, Mc 15,16-19)
4. La subida de Jesucristo al Calvario con la Cruz a cuestas (Jn 19-17 19, Lc 23,26-32).
5. La muerte de Jesús en la Cruz (Jn 23,44-46; Jn 19.25-34).
MISTERIOS GLORIOSOS ( se rezan los miércoles y domingos)
1. La Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo (Mt 28,5-10; Jn 20,1-18).
2. La Ascensión de Jesús a los Cielos (Lc 24,50-52; Hch 1,8-1 1).
3. La Venida del Espíritu Santo sobre la Virgen María y los Apóstoles (Hch 2,1-4).
4. La Asunción de la Virgen María al Cielo (Ap 12,1; Sal 15,8-11).
5. La Coronación de la Virgen María y la gloria de los ángeles y de los santos (Sal 44,7-8)

Elementos esenciales del rosario
La «Marialis cultus» (1974) de Pablo VI señala los elementos esen­ciales del rosario:
a) La contemplación de una serie de misterios de la salvación, distribuidos ciclos.
b) La oración del Señor, o Padrenuestro, que por su inmenso valor es la base de la oración cristiana.
c) La sucesión recitada de Avemarías en un número fijado por la tradición.
d) La doxología del Gloria al Padre que cierra esta oración con la glorificación de Dios uno y trino.
La composición que tiene el rosario hace de él una oración que es a la vez: alabanza, adoración e imploración.

Valores del rosario
Es oración sencilla: la puede recitar todo cristiano en cualquier sitio; es sencilla su composición de elementos; permite entrar en el misterio cristiano; enseña un itinerario hacia la sencillez.
Es oración contemplativa: invita a posar la mirada sobre lo esen­cial del cristianismo, los misterios de la vida de Jesús.
Es oración catequética: guía a la persona que lo recita hacia la asimilación del anuncio de Jesús, de la misma manera e intensidad que lo hizo la Madre de Jesús.
Es oración que respeta los ritmos de la vida: por una parte, es posible recitarla en muchos momentos del día; por otra, la repetición de Avemarías introduce en una alabanza continua y que se vive en un largo avemaría. Tiende a procurar una íntima unión con María para, desde ella, descubrir mejor el mis­terio de Dios, a través de Jesús.
Modo tradicional de rezar el rosario
Cada uno de estos misterios se compone de: enunciado del misterio, Padrenuestro, diez Avemarías, Gloria al Padre.

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… celebramos la fiesta
de los Ángeles Custodios?
La palabra española "ángel" procede del latín angĕlus, que a su vez deriva del griego γγελος ángelos, 'mensajero'. La palabra hebrea más parecida es םַלְאָךְ mal'ach, que tiene el mismo significado.
En la Biblia la palabra Ángel significa "Mensajero", un espíritu purísimo que está cerca de Dios para adorarlo, y cumplir sus órdenes y llevar sus mensajes a los seres humanos.
En el siglo II el gran sabio Orígenes señalaba que "los cristianos creemos que a cada uno nos designa Dios un ángel para que nos guíe y proteja".
             En el Nuevo Testamento es tan viva la creencia de que cada uno tiene un ángel custodio, que cuando San Pedro al ser sacado de la cárcel llega a llamar a la puerta de la casa donde están reunidos los discípulos de Jesús, ellos creen al principio, que no es Pedro en persona y exclaman: "Será su ángel" (Hechos 12, 15).
La existencia de seres espirituales, no corporales, que la sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe.
          San Agustín dice respecto a ellos: "El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel") (Enarratio in Psalmum, 103, 1, 15). Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan "constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos" (Mt 18, 10), son "agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra" (Sal 103, 20).
          Desde la creación (cf Jb 38, 7, donde los ángeles son llamados "hijos de Dios") y a lo largo de toda la historia de la salvación, los encontramos, anunciando de lejos o de cerca, esa salvación y sirviendo al designio divino de su realización: cierran el paraíso terrenal (cf Gn 3, 24), protegen a Lot (cf Gn 19), salvan a Agar y a su hijo (cf Gn 21, 17), detienen la mano de Abraham (cf Gn 22, 11), la ley es comunicada por su ministerio (cf Hch 7,53), conducen el pueblo de Dios (cf Ex 23, 20-23), anuncian nacimientos (cf Jc 13) y vocaciones (cf Jc 6, 11-24; Is 6, 6), asisten a los profetas (cf 1 R 19, 5), por no citar más que algunos ejemplos. Finalmente, el ángel Gabriel anuncia el nacimiento del Precursor y el del mismo Jesús (cf Lc 1, 11.26).
         De la Encarnación a la Ascensión, la vida de Jesús está rodeada de la adoración y del servicio de los ángeles. Cuando Dios introduce «a su Primogénito en el mundo, dice: "adórenle todos los ángeles de Dios"» (Hb 1, 6). Su cántico de alabanza en el nacimiento de Cristo no ha cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: "Gloria a Dios..." (Lc 2, 14). Protegen la infancia de Jesús (cf Mt 1, 20; 2, 13.19), le sirven en el desierto (cf Mc 1, 12; Mt 4, 11), lo reconfortan en la agonía (cf Lc 22, 43), cuando Él habría podido ser salvado por ellos de la mano de sus enemigos (cf Mt 26, 53) como en otro tiempo Israel (cf 2 M 10, 29-30; 11,8). Son también los ángeles quienes "evangelizan" (Lc 2, 10) anunciando la Buena Nueva de la Encarnación (cf Lc 2, 8-14), y de la Resurrección (cf Mc 16, 5-7) de Cristo. Con ocasión de la segunda venida de Cristo, anunciada por los ángeles (cf Hb 1, 10-11), éstos estarán presentes al servicio del juicio del Señor (cf Mt 13, 41; 25, 31 ; Lc 12, 8-9).
        En su liturgia, la Iglesia se une a los ángeles para adorar al Dios tres veces santo (cf Misal Romano, "Sanctus"); invoca su asistencia (así en el «Supplices te rogamus...» [«Te pedimos humildemente...»] del Canon romano o el «In Paradisum deducant te angeli...» [«Al Paraíso te lleven los ángeles...»] de la liturgia de difuntos, o también en el "himno querúbico" de la liturgia bizantina) y celebra más particularmente la memoria de ciertos ángeles (san Miguel, san Gabriel, san Rafael, los ángeles custodios).
        Desde su comienzo (cf Mt 18, 10) hasta la muerte (cf Lc 16, 22), la vida humana está rodeada de su custodia (cf Sal 34, 8; 91, 10-13) y de su intercesión (cf Jb 33, 23-24; Za 1,12; Tb 12, 12). "Nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducir su vida" (San Basilio Magno, Adversus Eunomium, 3, 1: PG 29, 656B). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios.
          En el año 800 se celebraba en Inglaterra una fiesta a los Ángeles de la Guarda y desde el año 1111 existe una oración muy famosa al Ángel de la Guarda. Dice así: "Ángel del Señor, que por orden de su piadosa providencia eres mi guardián, custódiame en este día (o en esta noche) ilumina mi entendimiento, dirige mis afectos, gobierna mis sentimientos, para que jamás ofenda a Dios Señor. Amen.
Y en el año 1608 el Papa Paulo V extendió a toda la Iglesia universal la fiesta de los Ángeles Custodios y la colocó el día 2 de octubre.
           En ella celebramos que Dios no es alguien lejano, ausente y cerrado a la comunicación. Entre Dios y nosotros hay tendida una vía de comunicación. Siempre es posible la relación con Él. Esta fiesta nos recuerda también que la realidad no es sólo lo que se ve, palpa y comprueba físicamente. Hay una dimensión transcendente, oculta, invisible a los ojos, pero real, en todo lo que nos rodea y en el fondo de la vida. Es Dios mismo quien nos acompaña, nos protege y nos guía.

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… la Eucaristía
ya se celebraba así
hace mucho tiempo?

El esquema general de la celebración de la Eucaristía ha variado muy poco desde hace muchos siglos. Existe un texto de San Justino, del siglo II, que nos cuenta cómo celebraban en su época la Eucaristía. Es muy interesante descubrir cómo, las partes esenciales, son las mismas. Aquí te escribimos el texto de San Justino. Entre paréntesis y en color rojo ponemos lo que corresponde a nuestras Eucaristías actuales.

  • "El día que se llama del sol (el domingo)
  • se celebra una reunión de todos los que habitan en las ciudades o en los campos, y allí se leen, en cuanto el tiempo lo permite, las memorias de los apóstoles o los escritos de los profetas (las lecturas bíblicas)
  • Luego, cuando el lector termina, el presidente, de palabra, hace una exhortación e invitación a que imitemos estos bellos ejemplos (la homilía).
  • Seguidamente, nos levantamos todos y elevamos nuestras preces (la oración de los fieles - peticiones).  
  • Cuando se terminan, se ofrecen pan y vino y agua (la presentación de las ofrendas),
  • y el presidente, según sus fuerzas, eleva igualmente a Dios sus plegarias y acciones de gracias y todo el pueblo aclama diciendo “Amén” (la plegaria eucarística)
  • Después viene la distribución y participación que se hace a cada uno de los alimentos consagrados por la acción de gracias (la comunión),
  • y su envío por medio de los diáconos a los ausentes (la comunión llevada a los enfermos).
  • Los que tienen y quieren, cada uno según su libre determinación, da lo que bien le parece, y lo recogido se entrega al presidente y él socorre con ello a huérfanos y viudas... (la colecta)
        Cuando participes en la Eucaristía, siéntete en sintonía con tantos cristianos que a lo largo de los siglos también la han celebrado, han orado en comunidad, han comulgado con Jesús, se han dejado modelar por la Palabra…

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