Eucaristía

Para comprender la Eucaristía.
a) Recordar
La eucaristía es hacer memoria de una historia dramática: un galileo arrastrado por las calles de Jerusalén, torturado en unos sótanos, abucheado por la multitud, sentenciado por las autoridades, ejecutado públicamente fuera de la ciudad.
Tenemos tendencia a olvidar esto, a convertir la eucaristía en algo ritual, majestuoso y estético; a privatizarla, a quitarle fuego, a hacerla light. Nos preocupa el que salga bien, como si fuese una representación. Tenemos tendencia a transfugarnos, a evadirnos, a trivializar...
b) Entregar
Es éste un verbo que resulta extraño a nuestra cultura, en la que se conjugan precisamente los contrarios: apropiarse, guardar, retener, acumular, poseer... Acostumbrados a la lógica del cálculo, de la medida y la cautela, no nos es fácil entrar en la lógica de la eucaristía, en la que celebramos el máximo derroche, el total despilfarro.
Pero es precisamente eso lo que se nos llama a celebrar y a vivir:
«haced esto en recuerdo mío». No dice «meditad», «escribir», «reflexionad teológicamente», «componed himnos», «bordad ornamentos», «organizad procesiones», «celebrad congresos», sino, sencillamente «hacedlo». No como una ejecución mimética, sino como algo que nace de dentro, de ese rincón secreto de nuestra verdad última.
c) Anticipar
Si algo resultó difícil de encajar para los primeros cristianos, fue el retraso de la llegada del Señor y del reino. Detrás de muchas imágenes de las parábolas que llamamos «escatológicas», se esconde el intento de descifrar una realidad desconcertante: por eso hablan de «noche», de «ausencia», de «retraso»...; por eso su fe necesitó, como la nuestra, dirigir su mirada a «las cosas últimas», escucharlas, simbolizarlas, imaginarlas, convertirlas en palabras pronunciables. A esa necesidad profunda de «anticipar», de pregustar ya aquí algo de lo que será definitivo responde «literariamente» el Apocalipsis, y «sacramentalmente» la celebración eucarística.
La eucaristía nos revela cómo será el futuro, el Reino. Vivirla como anticipación utópica, como «maqueta» del mundo que el Padre quiere, nos hace volver a lo cotidiano más capaces de perdonar y de ser perdonados, más decididos a trabajar por ensanchar espacios en los que cada hombre y mujer encuentren su lugar en tomo a la mesa común, más dispuestos a ser pan compartido y presencia real del amor de Dios para los últimos. 
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La Palabra de Dios en la Eucaristía de los domingos de Cuaresma. Ciclo c
 
1ª Lectura
Salmo
2ª Lectura
Evangelio
 
Dt 26,4-10
Profesión de fe
del pueblo escogido
 
 
Sal 90
Está conmigo el Señor en la tribulación
Rom 10, 8-13
Profesión de fe del que cree en Jesucristo
 
Lc 4,1-13
El Espíritu le iba llevando por el desierto. Y era tentado
 
Gen 15,5-12.
17-18
“Aquel día,
Dios hizo alianza con Abrán”
 
Sal 26
El Señor es mi luz
y mi salvación
Flp 3,17-4,1
“Cristo
nos transformará según el modelo
de su cuerpo glorioso”
Lc 9,28b-36
“Mientras oraba,
 el aspecto de su rostro cambió”
 
 
Ex 3,18a.13-15
“‘Yo soy’ me envía a vosotros”
 
 
Sal 102
El Señor es compasivo y misericordioso
1 Cor 10,1-6.10-12
La vida del pueblo con Moisés
en el desierto
Lc 13,1-9
“Si no os convertís, todos pereceréis”
 
 
 
Jos 5,9a.10-12
El pueblo de Dios celebra la Pascua
 
 
Sal 33
Gustad y ved
que bueno es el Señor
2 Cor 5,17-21
“Dios nos ha reconciliado consigo en Cristo”
 
Lc 15,1-32
“Este hermano tuyo estaba muerto
y ha revivido”
 
 
Is 43,16-21
“Mirad que realizo algo nuevo”
Sal 125
El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres
Flp 3,8-14
“Todo lo estimo pérdida comparado con Cristo”
Jn 8,1-11
“El que esté sin pecado, que tire
la primera piedra”

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SILENCIO Y PALABRA
§  Hoy se aprecia poco el silencio. Se aprecia el ruido y se rechaza el silencio interior. Hablamos mucho y escuchamos poco. Se huye de la soledad y se tiene miedo al silencio. Sin embargo, existen el silencio y la soledad.
§  ¿Existe el silencio en las celebraciones litúrgicas? El templo es "casa de oración" y, para orar, se necesita un clima de recogimiento y de silencio. Silencio y palabra se relacionan en las celebraciones litúrgicas. Son dos formas de comunicación que deben equilibrarse, alternarse e integrarse para obtener la máxima participación por parte de la asamblea litúrgica. En el silencio escuchamos la voz de Dios y la voz de la Iglesia, y en la palabra respondemos a Dios. El silencio es un viaje al interior y a la rea­lidad profunda del ser. El silencio nos hace entrar en el misterio que celebramos. Escuchamos a Dios y le respondemos con palabras y cantos de alabanza. El silencio hace posible la experiencia del Misterio y la aper­tura a Dios, a la comunidad y a uno mismo.
§  El que guarda y ama el silencio consigue que todo hable. En el silencio pasamos del "yo" al "nosotros" y volvemos al "yo" más enriquecido y ma­durado. El silencio es connatural a la celebración litúrgica. Cuando se cul­tiva el silencio, se participa más y mejor; en cambio, cuando no se favo­rece el silencio, la participación se reduce a la exterioridad y no se experimenta el misterio pascual de Cristo.
§  El silencio del callar y del escuchar es uno de los gestos simbólicos más difíciles de ser comprendidos en las celebraciones litúrgicas. El escuchar en silencio puede ser un gesto simbólico de nuestra fe interior y de nues­tra verdadera participación en lo que celebramos. En la celebración exis­te un doble silencio: el primero consiste en escuchar al presidente o al lector; el otro, cuando existe un espacio de silencio en el que no hay ni palabra, ni gesto, ni movimiento alguno. En este tiempo, la asamblea me­dita y ora en su interior. Los dos son parte integrante de la participación plena y activa. Escuchar es hacer propio lo que se proclama. No es una actitud pasiva o de espectadores mudos y extraños, sino que ayuda a vi­vir más íntimamente el Misterio que se celebra. Escuchar es algo más que oír. Es atender y asimilar lo que se oye, reconstruir interiormente el contenido del mensaje. La fe va unida a la audición de la Palabra revela­da. La asamblea litúrgica es una comunidad que fundamentalmente es­cucha. Es la primera forma de fe y de oración que precede a la respues­ta a Dios. El silencio es un momento de gracia vivificante en el que calla la criatura y habla el Creador.
                  Juan María Canals, cmf
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EN ESTOS DÍAS DE NAVIDAD
Isabel dijo a María: “¡Bendita tú entre las mujeres,
y bendito el fruto de tu vientre!
¡Dichosa tú, que has creído,
porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá!”
( Lc .1, 42.45)
     El grito de alegría de Isabel ya se ha hecho realidad, y de las entrañas de María se nos ha dado lo que Dios había prometido: El hijo de Dios, Dios mismo, se ha hecho uno de nosotros.
      Como María e Isabel, llenas de gozo porque Dios ha obrado maravillas y ha abierto, para ellas y para el mundo entero, el camino de la vida, también nosotros queremos celebrar esta Navidad con toda la alegría.
      Vivimos tiempos difíciles, y el miedo ante el futuro llena el corazón de un gran número de hermanos y hermanas nuestros, y quizá también nuestro propio corazón. Y las riquezas de este mundo, que Dios quiere para todos, no llegan a muchos.
       Pero es Navidad, y Dios viene entre nosotros, y comparte nuestra vida, desde abajo, desde lo más débil. Y nos da su amor, su fuerza, su luz. Y nos invita a ser también nosotros amor, y fuerza, y luz. Esto es lo que celebramos en la Eucaristía en estos días de Navidad.
25 de diciembre: Navidad
En el silencio de la noche, en aquel pueblecito llamado Belén, nace un niño a quien sus padres darán el nombre de Jesús. Nace en la pobreza, en la sencillez más grande. Y nosotros, como los pastores, nos acercamos a él, y lo reconocemos como la luz de Dios que nos acompañará y guiará por siempre. Y, con toda nuestra alegría, damos gracias por su venida.
30 de diciembre: La Sagrada Familia
Jesús nace y crece en el calor de una familia, con sus padres María y José. Ellos, en su pueblo de Nazaret, le educaron, le ayudaron a hacerse un hombre. Y hoy, al recordar a esta familia que es un modelo para todos nosotros, rezamos por nuestras familias y por todas las familias del mundo, pidiendo a Dios que las bendiga con su amor.
1 de enero: Santa María, madre de Dios
Justo una semana después de Navidad, nuestros ojos se giran hacia María, la Madre. Ella, con su respuesta a la llamada de Dios, con su fidelidad, con su amor, nos ha dado al Salvador. Y nosotros, hoy, en este inicio del año, le pedimos que nos ayude a ser como ella. Y le rezamos también por la paz en nuestro mundo dolorido.
6 de enero: Epifanía del Señor
Unos sabios llegan de lejanas tierras, guiados por la luz que Dios ha puesto en sus corazones. Y mientras los dirigentes de Jerusalén se inquietan, ellos, con una alegría inmensa, no se detienen hasta encontrar a aquel niño que ha nacido, y lo adoran, y lo reconocen como el camino para toda la humanidad. Porque el Hijo de Dios ha venido para todos.
13 de ENERO: Bautismo del Señor
Jesús ya es un hombre adulto. Y, después de los treinta años silenciosos de Nazaret, se va al Jordán, donde Juan Bautista reúne a gente que quiere seguir un camino de conversión. Y allí en el Jordán, Dios lo muestra como a su Hijo amado que, lleno del Espíritu Santo, llevará la Buena Nueva del Evangelio a los hombres y mujeres del mundo entero.
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ESCUCHAMOS
LA PALABRA DE DIOS
De las "dos mesas" a las que somos invitados en la misa, la primera es la Palabra de Dios (la otra es la “mesa de la Eucaristía). Los cristianos, reunidos, escuchamos lo que Dios nos quiere decir.
"Escuchar" es más que "oír". Escuchar es prestar atención y acoger la Palabra que Dios nos dirige. Celebrar la Palabra es abrirnos a ella y asimilarla, para luego llevarla a la prác­tica en nuestra vida. Es mirar­nos a su espejo. A veces, nos dejamos criticar y juzgar por ella. Otras, acogemos la carga de consuelo y confianza que nos ofrece.
La Palabra de Dios es una persona, y se llama Cristo Jesús. Cristo no se nos da sólo como pan y vino. Antes ya se nos da como Palabra. Comulgamos primero con Cristo­Palabra y luego con Cristo-Pan y Vino. El orientaciones del Misal lo expresan muy bien:
"En las lecturas, Dios habla a su pueblo, le descubre el misterio de la redención y salvación y le ofrece alimento espiritual. Y el mismo Cristo, por su pala­bra, se hace presente en medio de los fieles" (IGMR 55).
La estructura de la Liturgia de la Palabra (los domingos)
§  La primera lectura es normal­mente del, Antiguo Testamento: la historia del pueblo de Israel nos prepara para comprender la plenitud de Cristo;
§  le sigue el salmo, que nos ayuda a meditar lo que ha dicho la pri­mera lectura; se llama "salmo responsorial" porque la comu­nidad va respondiendo, con una antífona cantada, a las estrofas que va recitando o cantilando el salmista;
§  la segunda lectura es de los Hechos o de las Cartas que los Apóstoles escribieron a sus comunidades invitándoles a vivir según Cristo;
§  precedida por la aclamación del Aleluya, se proclama entonces la tercera lectura, la más importante, el evangelio, que escuchamos de pie y que acom­pañamos con aclamaciones;
§  en la homilía, el sacerdote que preside explica y aplica a nuestra vida lo que han dicho las lecturas;
§  todos recitamos el Credo, la profesión eclesial de fe, como respuesta a la Palabra;
§  y elevamos a Dios la Oración Universal, intercediendo por toda la humanidad.
Actitudes concretas
Se tiene que notar exteriormente el aprecio que sentimos por la Palabra de Dios que se proclama en la primera parte de la misa:
Ø los lectores se tienen que preparar para realizar bien su ministerio; no es fácil leer con el ritmo y la voz y el fraseo justo; los reunidos tienen el derecho a poder escuchar en las mejores condiciones posibles lo que Dios les dice;
Ø el libro, el Leccionario desde el que se proclaman las lecturas debe ser digno; no se leen las lecturas de un misalito o de una hoja parroquial;
Ø las lecturas se dicen desde el ambón, el lugar reservado para la Palabra; las otras palabras con minúsculas (moniciones, avisos, oraciones, incluso la homilía) se dicen desde otros sitios; el ambón es adornado de manera espe­cial los días más solemnes; para que se vea la diferencia entre la Palabra que Dios nos dirige y las palabras que nosotros le decimos a él (peticiones) o nos decimos entre nosotros (moni­ciones, avisos, homilía);
Ø todos los presentes debemos tener una actitud de escucha, de acogida creyente de la Pala­bra, porque cada vez nos habla Dios y espera de nosotros una respuesta de fe. Para que su Palabra produzca en nosotros fruto a lo largo de la semana.­

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LOS COLORES LITÚRGICOS
§  Cuando entramos en la iglesia para participar en una celebra­ción litúrgica, generalmente, nuestros ojos se fijan en el color de los ornamentos litúrgicos del que preside la Eucaristía.
§  En la vida social se emplean vestidos de un color u otro según las circunstancias y las modas. El color blanco se usa para el traje de la novia; en cambio, los colores oscuros para circuns­tancias de luto o tristeza, y otros colores, para los actos ofi­ciales o de protocolo. Todas las culturas usan en sus símbolos los colores que expresan la identidad de un pueblo o nación; por ejemplo, la bandera nacional o los uniformes militares. Con frecuencia, en la invitación a actos oficiales se indica la forma de vestir y, a veces, el color del vestido.
§  La Iglesia, al principio, no se preocupaba de los colores de los vestidos litúrgicos. El blanco era el más usado probablemente. Poco a poco, se fueron introduciendo otros colores para de­terminadas celebraciones. Se ha encontrado ya en los siglos XII y XIII documentación, tanto en Jerusalén como en Roma, que determina los colores de los ornamentos para unos actos litúrgicos concretos. De esta forma, se pretendía establecer una cierta uniformidad en una determinada región.
§  A partir de los libros litúrgicos reformados por el papa san Pío V, después del Concilio de Trento, se estableció la normativa del uso de los colores litúrgicos. Se reconocían únicamente los colo­res siguientes: el blanco, el rojo, el verde, el negro y el morado.
§  ¿Por qué y para qué los colores en los ornamentos litúrgicos? Los colores tienen principalmente una finalidad pedagógica. La liturgia recurre a esta sabia pedagogía para expresar las ca­racterísticas propias de los misterios de la fe que se celebran y el sentido progresivo de la vida cristiana a lo largo del año li­túrgico. El color, elemento visual sencillo, quiere ayudarnos a celebrar mejor nuestra fe.
§  Una fiesta, una idea, un acontecimiento celebrado puede ex­presarse también y puede suscitar actitudes de fe a través de ese signo del color, pues ha sido elegido precisamente en con­sonancia con lo que es la identidad más propia de una celebración. El color acompaña según la sensibilidad teológica a los textos, cantos, lecturas u oraciones de una celebración.
En las celebraciones litúrgicas se emplean diversos colores en los orna­mentos. Cada color tiene su significado, que ayuda a comprender lo que se celebra. Los colores que se emplean actualmente en las celebraciones litúrgicas son:
§  El color blanco, que expresa alegría y vida, limpieza e inocencia. Es el más apto para celebrar la Navidad y la Epifanía. El Domingo de la Re­surrección del Señor, su octava y durante todo el tiempo pascual. Se emplea en las fiestas del Señor y de la Virgen María. Las fiestas de ángeles y santos, que no sean mártires. También se usa para la celebración del sacramento de la Unción y del Viático (Comunión llevada a los enfermos)
§  El color rojo, que simboliza lo martirial y el fuego. Se emplea en la ce­lebración del Domingo de Pasión (Ramos) y el Viernes Santo. La fiesta de Pentecostés, porque el Espíritu se simboliza como fuego. En otras celebraciones de la Pasión de Cristo, como la Exaltación de la Cruz (14 de septiembre). Las fiestas de los apóstoles, evangelistas y mártires. También se usa el color rojo en la liturgia papal en los oficios fúnebres.
§  El color verde, que refleja la esperanza o la espera, la paz y la sereni­dad. Es el color propio del Tiempo Ordinario, que es el más largo del Año litúrgico. Se emplea los domingos de todo este tiempo y en los días feriales.
§  El color morado, que muestra penitencia, conversión y dolor. Este color es propio para el Tiempo de Adviento y Cuaresma, y también para las Misas de Difuntos.
§  El color rosa se emplea solamente en dos domingos del Año litúrgico: el tercer domingo de Adviento, llamado "Gaudete", y el cuarto de Cua­resma, denominado "Laetare".
§  El color azul. En el 1864, la Sede Apostólica concedió a todas las igle­sias de España el privilegio de poder usar los ornamentos de color azul en la fiesta de la Inmaculada Concepción.

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"Llegar tarde a Misa"
            Utilizo a propósito esta terminología, porque nos remite a otros tiempos. Entonces, llegar tarde a Misa estaba penado: si llegabas después del Evangelio, "la misa no valía", había que escuchar otra. Era cuestión de esperar un momento, porque se celebraban misas continuamente. Y, en todo caso, había que suplir lo no escuchado antes. O sea, que la pedagogía de la penalización o el castigo era la común en aquellos tiempos para todo. El mandamiento de la Iglesia decía: "oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar"
Llama la atención, lo sistemáticamente tarde que llegan los feligreses a la celebración eucarística. En una Capilla tan pequeña como la nuestra se nota todo; en las iglesias más grandes quizá pase lo mismo, pero se nota menos. Aquí incluso la disposición de los bancos más grandes y su inaccesibilidad para los últimos que llegan, denota el retraso.
Además, los sacerdotes lo notamos muchísimo porque cinco o tres minutos antes, no hay nadie a quien se le pueda encomendar la lectura de la Palabra de Dios o las peticiones de los fieles. Y es igual que se trate de la Misa de los Niños que de las de primera hora de la mañana o la última de la tarde.
Hasta aquí las constataciones. Ya sé que es domingo, el día de descanso; si todos los días andamos con prisas, ese día se toma todo sin agobios, con más calma. Y está bien.
Se me ocurre, sin embargo, con otra pedagogía diferente a la arriba relatada, ofrecer algunas razones para llegar antes de tiempo a la celebración eucarística, y os las voy a proponer a vuestra consideración:
·         llegar unos minutos antes nos ayuda a hacer silencio interior, a entrar en contacto con el Señor
·         estar un poquito antes, favorece para entrar en situación, para prepararnos a celebrar nuestra vida en la Acción de Gracias de Jesús al Padre
·         incluso para reconciliarme, si fuera necesario
·         para ofrecerme a proclamar la lectura de la Palabra
·         todos sabemos que no somos sujetos pasivos en la celebración, sino que hemos de ser miembros activos y participativos de la Comunidad cristiana. La celebración no es asunto privativo del cura, algo que le pertenezca en exclusiva.
Además de todas estas cosas, tenemos que pensar en los demás: llegar iniciada la celebración, desconcentra a otras personas.
Os invito a todos a hacer un pequeño esfuerzo y a reflexionar sobre esta realidad en nuestra Comunidad cristiana Sagrada Familia.
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           7 PALABRAS PARA VIVIR
LA EUCARISTÍA

Te proponemos 7 palabras que te ayuden a comprender algunas actitudes básicas que nos pide la Eucaristía. Actitudes que sólo se comprenden bien si están presentes en la vida cotidiana de cada día.
  • REUNIR. Personas de orígenes muy diferentes tenemos  algo en común: dejamos nuestra casa y ocupaciones, y acudimos a la celebración para el encuentro con Cristo. Salgo de mí mismo como centro y hago de los demás y de Dios el centro de mi vida. Busco en la comunidad una forma de fortalecer, alimentar, enriquecer y compartir mi fe.
  •  PERDONAR. Reconozco que no lo sé todo, ni lo hago todo bien, que me falta mucho camino por recorrer, que fallo, me equivoco, hago daño y descubro muchas actitudes que necesito corregir. Ante Dios y los hermanos expreso que necesito ser rehabilitado.
  •  ESCUCHAR. Dios nos habla en la Palabra y nos comunica el camino de la salvación. Sin escucha no hay conocimiento de Dios ni de sus planes ni de su modo de actuar. Supone asimilación e interiorización. Afecta a toda mi persona y mueve al compromiso. Se traduce en adhesión y obediencia. Después de haber salido de mis propios intereses y de haber escuchado a los hermanos y a Dios,  hago míos los intereses de Dios y pido por las necesidades de todos
  •  OFRECER. Se ofrecen a Dios los dones que de él hemos recibido; nos comprometemos a compartir lo que somos y tenemos. Se pide a Dios que nos ayude a transformarnos y a ser como Él. Si no quiere reducirse a un juego descomprometido empieza en la vida. Mi actitud de ofertorio: ofrecer lo que tengo y lo que soy. Servir y crear vida. En este momento convergen todas las ofrendas y todos los dones que voy realizando en mi vida.
  • AGRADECER. Que supone: Capacidad de memoria: evocar y reconocer lo que otros hacen por mí. Si sólo recuerdo lo que yo hago, no soy capaz de entrar en el sentido de esta parte. ¿Cómo va a hacer memoria de los dones de Dios alguien que no es capaz de reconocer los dones de los hombres? Capacidad de agradecimiento. Quien ha descubierto que todo es don inmerecido va por al vida con esta actitud. Sentirse implicado en el destino de Jesús. Algo difícil de hacer para aquel que “pasa” de los que sufren y de los que luchan por mejorar el mundo. Capacidad de implicarse solidariamente para hacer un mundo de hermanos.
  •  COMULGAR. Participando de la misma mesa, los que somos muchos, nos hacemos uno solo. Crear ámbitos de hermandad, comunión, vínculos de relación profunda. Sintonizar con la vida de Jesús: su forma de pensar, sentir, vivir, actuar. Afirmar: Jesús, quiero ser como tú.
  •  SALIR. No concluye todo, no se va a “otra cosa”. Se empieza a vivir de nuevo con más intensidad lo celebrado.  No todos participan en la Eucaristía, pero ésta  debe llegar a todos. Salir con el “cesto lleno” para repartir lo vivido en la celebración haciendo partícipes de ello a quienes no han asistido. Repartir comunión, alegría, escucha, pan, fraternidad… Esta es la misión: que el don de Dios llegue a todos

1 comentario:

  1. Fernando fantástica reflexión de llegar tarde a misa , creo que debemos de impulsarlo para este nuevo año y que todos seamos respetuosos con Jesús y nuestro prójimo , llegando puntuales .

    Te quiero sugerir que colguemos en la web algunas fotos o vídeos del Belén es precioso.

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