sábado, 19 de octubre de 2013


"Fe + Caridad = Misión"

§  Fe y Caridad. No es legítimo separar, y me­nos, oponer, fe y caridad, dos virtudes teologales íntima­mente unidas. "La existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de este, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios" (Bene­dicto XVI). Contemplación y acción están llamadas a coexistir e integrarse. La acogida sal­vífica de Dios, su gracia, su perdón por la fe orienta y promueve las obras de la caridad.
§  Misión. La mayor obra de caridad, que nace de la fe, es la evangelización. -Nin­guna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el prójimo que partir el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva del Evangelio [...]: la evangelización es la promoción más alta e integral de la persona humana" (íd.). El anuncio del Evangelio se convierte en una intervención de ayuda al prójimo, justicia para los más pobres, posibilidad de instrucción y asistencia médica en lugares remotos, entre otras implicaciones sociales.
CARTEL
§  El lema, "Fe + Caridad = Misión", es presentado con trazos claros y firmes, a modo de axioma. El recurso de la pizarra evoca que estamos ante una afirmación que implica adhesión e interiorización. "No os canséis de educar a cada cristiano, desde la infancia, en un espíritu verdaderamente universal y misionero, y de sensibilizar a toda la comunidad para que sostenga y ayude a las misiones según las necesidades de cada una" (Francisco).
§  La fotografía del papa Francisco, besando el pie que previamente ha lavado, recuerda las palabras de Jesús en el primer Jueves Santo de la historia: "Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis" (Jn 13,15). En medio, la cruz del pectoral del Santo Padre. La contemplación de la escena recuerda a los misioneros y mi­sioneras, que viven la experiencia gozosa de salir de uno mismo para ir al encuentro de los otros en actitud de servicio y donación.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Comienzo de curso:
"En camino...
Volver a lo esencial"
Al comenzar un nuevo curso en nuestras tareas pastorales podemos fijarnos en tres imágenes de gran fuerza evocadora: el "camino", la "vuelta" o el retorno, y "lo esencial" o "la esencia".
El símbolo del "Camino" nos evoca el éxodo, el seguimiento, el proceso espiritual o la aventura en el Espíritu. Nos habla de nuestra condición de peregrinos, de nuestra vocación a entrar en contacto con Dios.
El símbolo de la "vuelta" o "volver" nos indica la dirección de nues­tro caminar. Y nos evoca el retorno, la vuelta a casa.
La expresión "lo esencial" podría entenderse en clave simbólica: "la esencia" nos evoca el perfume y el aroma en suma concentra­ción, nos refiere a lo "nuclear", a la fuente del ser. Es "lo único necesario", "la perla preciosa", "el tesoro".
La combinación de estos tres símbolos (camino, vuelta y esencia) expresa el triple dinamismo de la vida: hacia delante, hacia arriba y hacia el centro.
Hemos iniciado un nuevo curso: actividades, tareas, compromisos… No estaría mal que dedicáramos un tiempo a reflexionar hacia dónde va lo que hacemos, por qué lo hacemos, sobre qué valores asentamos nuestro vivir y nuestro obrar.
En nuestra Comunidad Cristiana, comenzamos también las distintas actividades pastorales (en el centro de esta hoja tienes un resumen de ellas). Consolidar, enriquecer, ayudar, orar, participar, implicarme, aportar, comprometerme, esforzarme, conocer, formarme, meditar, buscar, discernir, reflexionar, comunicar, leer, responsabilizarme, descubrir, celebrar, convertirme, consolar… son algunos verbos (que llevan implícitas unas actitudes importantes) que convendría conjugar vitalmente para no olvidar nuestra responsabilidad en la construcción de una Comunidad Cristiana más auténtica, más evangélica, más de Jesús.
Buen curso para todos.

miércoles, 10 de julio de 2013


DESCUIDOS
La vida está repleta de descui­dos. Nos olvidamos de sacar la basura o de pasear al perro, de ir a comprar a la panadería las dos barras que nos han en­cargado o de devolver a la biblioteca el libro prestado, de felicitar los cumplea­ños de los amigos o de comprarles el re­galo. Generalmente, todos somos poco cuidadosos y algunos muy descuidados, aunque existan también esas personas obsesionadas con la precisión y el orden, con estar siempre en el momento exacto en el lugar indicado. Hasta se sienten mal si algo se descuadra de su mapa mental, o cuando olvidan el más mínimo detalle.
Pero existe además otro tipo de per­sonas, un tipo maravilloso de gente, que no se preocupa por simples cosas, lugares y fechas. Para ellas, hacer algo es útil y bueno para alguien; ir a un si­tio es encontrarse con él o con ella; re­cordar un día significa acordarse de quien es para uno importante. Nada, nunca y ningún sitio vacíos de alguno, de alguna, de alguien. Para esas perso­nas, un descuido es realmente grave, porque significa descuidarla o descui­darle.
Encontrar a estos cuidadosos no es fá­cil, porque nuestras vidas son muy rápidas y están muy ocupadas: llenas de ta­reas y faenas, que no dan lugares ni tiempos para preocuparnos por lo impor­tante, ni siquiera por las personas a las que queremos y que nos quieren. Sin cuidado, llegamos a convertir el cuidado en una tarea: llevar a los niños al cole­gio, visitar a nuestros padres, escuchar los problemas de los amigos, ir a misa... se transforman en ocupaciones.
Desde este punto de vista, los descui­dos claro que son un asunto relevante, porque en aquello que he de hacer, en el lugar donde he de ir, en el tiempo que he de emplear, está mi hijo, mi madre, mi amigo, mi Padre... Así se entiende ese tipo de descuidos llamados eclesialmen­te «pecados de omisión». Nuestras ac­ciones repercuten en otras personas, para bien o para mal, así como nuestras omisiones. Pero, sobre todo, son estas las que, en tanto que «descuidos de personas», pueden moldear unas acciones que aparentemente se nos muestran bue­nas y amables.
En nuestra rutina ocupada, son los simples descuidos (de olvidar pasear hoy al perro que tanto quieren mis hijos; de comprar el pan que le gusta a mi mujer; o de llamar al amigo que hace meses que no veo, con la mera excusa de felicitarle en su cumpleaños) algo así como llama­das a reconocer en nosotros los descui­dos más graves, los descuidos persona­les, y a volver —o empezar— a cuidar a los demás.
Juan Velázquez

martes, 14 de mayo de 2013


DECÁLOGO SOBRE PENTECOSTÉS
1. PENTECOSTES es COMUNIDAD. El Espíritu Santo une lo que está resquebrajado; acerca lo que está distante. Siempre existen más motivos para la unión que para la dispersión. ¿Por qué no buscas más lo que adhiere y no separa?
2. PENTECOSTES es VIDA. El cielo, una vez más, abre sus puertas y –a través de ellas- desciende la voz de Dios, su fuerza y su poder. ¿Guardas silencio en y con tu vida?
3. PENTECOSTES es CONFIRMACION. El cristiano se siente acompañado y protegido por la mano del Señor. Siente que no está sólo, Alguien le sostiene. ¿Te dejas llevar frecuentemente por el puro y duro activismo?
4. PENTECOSTES es ALEGRIA. Frente a las dificultades, el Espíritu, nos hace ver el otro lado afable de la vida. No todo es tan negro como el mundo nos enseña. ¿Eres optimista o has plegado las alas de tu ilusión?
5. PENTECOSTES es VALENTIA. La cobardía, en el fondo, es fruto de la inseguridad. El Espíritu nos aporta certidumbre en el combate de la fe, fortalece los muros de nuestra personalidad cristiana. ¿Te preocupa algo en este momento?
6. PENTECOSTES es ECLESIALIDAD. El Espíritu Santo nos reúne con su carisma, nos habilita para el bien, para la comunión fraterna. Nos hace estar en permanente guardia frente aquellos que intentan dividirnos. ¿Cómo ves a la Iglesia? ¿La amas de verdad?
7. PENTECOSTES es APERTURA. El Espíritu Santo nos guía por los caminos que conducen hacia Cristo. Abrirse al Espíritu es sentir curiosidad por las cosas de Dios, por la vida del Hijo, en la Gloria del Espíritu Santo. ¿Te acercas con frecuencia a la lectura de la Palabra de Dios?
8. PENTECOSTES es INTREPIDEZ. El Espíritu Santo nos capacita para dar testimonio de nuestra fe. Nos llama a la perfección, a la audacia y a la insistencia evangelizadora. ¿Estás comprometido en algún movimiento o tarea eclesial?
9. PENTECOSTES es DINAMISMO. El Espíritu Santo nos instala en los caminos de la vida. Es necesario que la Buena Noticia sea conocida, proclamada, vivida y escuchada. ¿Encontrará el Señor mensajeros de sus Palabras?
10. PENTECOSTES es MISION. El Espíritu Santo hace que nos interroguemos ¿Qué puedo hacer yo por Cristo? ¿Qué hago yo en su Iglesia? ¿Soy positivo en mi comunidad?  

 

domingo, 14 de abril de 2013


“Estaba ya amaneciendo…”
§  La experiencia del resucitado pone en marcha a la Iglesia, que anuncia a Cristo con valentía y fuerza. Libres y convencidos, los apóstoles dan testimonio de lo que creen, viven y experimentan. No se dejan amedrentar por presiones, y se muestran alegres y con gran entereza. Un ejemplo que me interpela a ser coherente con mis ideas y mis creencias, sin dejarme condicionar por lo que me venga de fuera. Discernir a la luz de la fe cuál es el fundamento sobre el que se levantan mis convicciones, a quién escucho y obedezco, desde qué criterios a actúo y qué es lo que me echa para atrás y me frena (miedo a ser señalado, a sentirme “bicho raro”, a que no me tengan en cuenta…)
§   La Resurrección de Jesús hay que celebrarla en clave de alabanza y adoración, contemplando la fuerza de la entrega, la donación de la vida, la ofrenda sin límites hecha con generosidad plena… Alegría de quien se sabe en buenas manos y que hace que nada se pierda, de quién experimenta lo que realmente vale la pena. Celebración centrada en la fe, la oración, la caridad… Cristo como Señor del mundo y de la historia, sentido profundo de la realidad, fundamento de la nueva creación.
§   El relato del evangelio de Juan (21,1-19) no pretende ser una crónica periodística que nos narre lo que pasó, sino una reflexión profunda que nos transmite un mensaje de salvación (de sentido, de orientación). Muchos elementos simbólicos nos adentran en su comprensión: la “noche” es la ausencia de Jesús; la “pesca”, la misión; los números (7, 153), la universalidad; la “luz de la mañana”, la presencia  del Señor; la red que no se rompe, la unidad de la Iglesia; la comida, la Eucaristía como signo de donación…
§   Los discípulos han vuelto a Galilea después de la dura prueba de la muerte de Jesús: buen lugar para recordar y olvidar. ¿Todo ha sido un sueño? Mejor volver al trabajo de siempre y nada más. Y, sin embargo, hay tristeza, miedo, desencanto, inestabilidad, desconsuelo, cansancio acumulado, “vientos contrarios”, vacío, frustración, recuerdos desagradables, desconsuelo… “noche oscura” que les cala muy dentro. Y ahí aparece Jesús en medio de todo ello. Cuando más aguda es la crisis, Jesús sale al encuentro. Sin Él nuestra vida y tareas están abocadas al fracaso, con Él se hacen fecundos nuestros esfuerzos. Donde está Jesús se acaba la noche y empieza la luz, el mar se serena, los miedos se diluyen, renace la vida con fuerza, florece el invierno y los vacíos se llenan. Reconocer mi pobreza, obedecer su Palabra, confiar de manera plena… hace que mi incapacidad se transforme en vida nueva.
§   La unión con Jesús termina en comunión del grupo con Él en la Eucaristía. Jesús es centro de la comunidad como fuente de vida, punto de referencia, factor de unidad y vínculo de confianza fraterna. En la comida compartida, Jesús se da como alimento y en ella se integra la aportación de los discípulos, sintonía de comunión en el amor y la entrega.
§   Tengo que estar atento y vigilante, tener muy limpios los ojos del corazón, avivar un “sexto sentido”… porque el Señor es imprevisible y puede aparecer en cada instante: en la noche o en el día, en el trabajo o en la familia, en la oración o en el compromiso, en la belleza o en el dolor, en la comunidad o el servicio…
§  Y cada día me examinará del amor: encarnado en perdonar, acompañar, compartir, besar, abrazar, convivir, ofrecer, orar, servir… Si pongo amor en las cosas que hago, estaré haciendo presente a Dios. Esta es la invitación: Ir hacia Jesús, renovar el amor, compartir la vida, aceptar la misión en el compromiso de cuidar a los hermanos para mostrarles cuánto nos ama Dios.

domingo, 7 de abril de 2013


¿Cómo aparece Jesús?

Celebramos la Pascua. Estamos dentro de los 50 días para asimilar el hondo sentido y la profundidad que lleva consigo la Resurrección de Jesús. No es un rito. Implica unas actitudes, un estilo de vida, una forma de situarse en la realidad, una manera de configurar mis compromisos…
Jesús ha resucitado y está entre nosotros. Los evangelios se escribieron para dar testimonio de esto. Era la gran noticia, que ya antes de escribirla, la narraban y anunciaban los apóstoles: Dios da validez a la vida y mensaje de Jesús. Tenía razón: Jesús es el Salvador (Camino, Verdad y Vida), da sentido profundo a nuestra vida y  nos libera de la muerte. Ha empezado la era del Espíritu. Cristo es el centro de mi vida: de mi dolor y mi alegría, de mis ilusiones y esperanzas, de nuestras reuniones y nuestra comunidad… Esta es la invitación a experimentar y vivir.
Podemos  fijar la mirada en el Evangelio de San Juan (20,19-31) y descubrir cómo aparece Jesús:
ENTRANDO. Está en medio, viene a mi encuentro, derribando miedos, traspasando cerrojos, eliminando temores, evitando aislamientos. Presencia constante. Compañía permanente. Seguridad cierta…
ALENTANDO. Dando ánimos, recreando mi vida, potenciando mis cualidades, dando vitalidad a lo que hay en mí de mortecino, triste o debilitado, empujando en cada vida que nace y crece, en cada trabajo superador, en cada esfuerzo solidario, en cada oración, en cada servicio prestado, en cada labor misionera, en cada acto de amor…
PERDONANDO. Dándome nuevas oportunidades, rehabilitando, acogiendo, sanando. Invitándome a crear una cultura del perdón y convirtiéndome en casa de misericordia. Evitando la enemistad, la dureza de corazón, el prejuicio condenatorio, la insensibilidad despreocupada…
ACOMPAÑANDO. Me respeta con paciencia, me espera, acompaña el ritmo de mi crecimiento, no rechaza, ni recrimina, ni me echa fuera, ni me condena, (como hace con Tomás)
INVITANDO. A tocar, palpar, experimentar, conocer a fondo… La fe no es una conclusión racional, ni un acto voluntarista, ni un sentimiento difuso. La fe me viene por la experiencia. No llega por lectura de libros, catequesis, charlas, discursos u homilías (aunque puedan ayudar), sino por encuentros: “la fe es una chispa que salta de un encuentro”
REUNIENDO. Todo ocurre en comunidad que integra, acoge, crea comunión, escucha la Palabra, crea relación, celebra la fe en la Eucaristía, reza en común como vínculo de unión con Dios y los hermanos, persevera con constancia y espíritu de alegría.
ENVIANDO: para comunicar y dar testimonio, para anunciar y denunciar, para transmitir y compartir, para llevar perdón, amor,  justicia, solidaridad, comunión, fraternidad…
Siete maneras de situarse Jesús entre nosotros. Siete maneras de situarme yo en medio de mi realidad.

viernes, 22 de marzo de 2013


Minipregón de Semana Santa
predicado, leído, meditado y…
ojalá que puesto en práctica en tu corazón y en tu vida.

Porque no hay un único cenáculo…
Vive esta Pascua del 2013 en tu hogar,
en tu parroquia,
en tu barrio, en tu trabajo…

al lado de Jesús.
Porque no hay un único
huerto de Getsemaní…
Siente y comparte la tristeza de Jesús;
acompáñale, vela, ora, no te duermas…
¡Te necesita a su lado!

Porque no hay un único
camino del Calvario…
Experimenta en tu corazón
el peso de la cruz
que hoy (no evoques el pasado)

sigue afligiendo a Jesús
en tantas y tantas personas que recorren
las vías dolorosas de nuestro mundo.

Porque no hay un único monte Gólgota…
Búscate entre la muchedumbre…
Acaso, ¿no te encuentras?
Pues sube a la cruz del malhechor

que reconoce su pecado
y pide a Jesús que no le tenga en el olvido.

Porque no hay un único sepulcro…
Custodia día y noche el silencio de Dios,
aunque de momento no lo entiendas…
¿No querrás perderte el acontecimiento más importante
en la vida de un cristiano, en tu vida?

Porque no hay un único camino de Emaús…
Descubre, camino del trabajo o de la facultad,
de tu barrio o de tu parroquia, a Jesús resucitado
caminando para siempre a tu lado.

Porque no hay una única Jerusalén…
Vive en tu localidad y en tu corazón un capítulo más
de la única Semana Santa que existe,
que comenzó hace más de dos mil años
y que tú, ahora, prosigues en tu vida,
pues Jesús, hoy, sigue muriendo y resucitando por ti…

                                                              J. M. de Palazuelo

 

 

viernes, 22 de febrero de 2013

CUARESMA:
UN PUEBLO QUE CAMINA
La Cuaresma es camino, es peregrinación: símbolo muy humano, nuestra vida es caminar. Pero es un símbolo bíblico muy fuerte. El pueblo de Dios era y es un pueblo peregrino, un pueblo que vive en esperanza. Jesús mismo se manifestó como Camino.
El antiguo pueblo de Dios caminó por el desierto durante cuarenta años para alcanzar la Tierra Prometida.
Moisés, para encontrarse con Dios, hubo de subir al monte Sinaí, donde permaneció cuarenta días.
Elías tuvo también su cita con Dios en el monte Horeb, al que llega después de cuarenta días de peregrinación. Un camino largo y costoso, porque se encontraba desarmado y despojado de todo, además de perseguido.
El pueblo cristiano también camina, especialmente en los cuarenta días cuaresmales, pero su meta no tiene que ver con la geografía o algún tipo de política O espiritualidad conquistadora. No quiere alcanzar la Tierra Prometida o la cumbre de un monte, quiere alcanzar a Cristo. Su objetivo está personalizado, es Cristo. Él es nuestra Tierra Prometida y nuestro monte encendido. «Vosotros no os habéis acercado a una realidad sensible (...) Os habéis acercado al monte Sión, a la ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celestial (...) y a Jesús, mediador de una nueva alianza» (Hb 12, 18. 22. 24).
Caminar hacia Jesús significa sintonizar con él. Alcanzar a Jesús significa comulgar con él, vivir en él, cristificarse (cf Flp 3, 10).
Pero ¿cómo puedo yo alcanzar a Cristo si él es un gigante y yo soy un enano, si él corre a la velocidad de la luz y yo como un gusano? Pablo te da la respuesta. Más que alcanzar tú a Cristo, lo que importa es que te dejes alcanzar por él. «Continúo mi carrera por si consigo alcanzarlo, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús» (Fil 3, 13). Dejarte alcanzar por Cristo es abrirte a él, escuchar su palabra, permitir que él te vaya moldeando a su manera, que sea tu Señor.
No te equivoques. La carrera es interior. Es en tu mayor intimidad donde ha de realizarse la conquista o el encuentro o la transformación.
LA CUARESMA PEREGRINA
«La Cuaresma es el tiempo privilegiado de la peregrinación interior hacia Aquel que es la fuente de la misericordia» (Benedicto XVI).
Peregrinación interior. Es entrar dentro de nosotros mismos, nuestro castillo interior, pasando de profundidad en profundidad, hasta llegar al más profundo centro, donde Dios tiene su morada.
Nuestro problema es que vivimos muy extrovertidos, estamos constante e intensamente volcados hacia fuera. ¿Quién aguanta un silencio prolongado, un día sin televisión o sin radio? Nos atraen poderosamente las fiestas, los escaparates, las diversiones, las grandes superficies comerciales. Éstos son nuestros templos, nuestras peregrinaciones y diarios ejercicios. Nos pasa como a aquellos pozos de la parábola, preocupados obsesivamente por acumular cosas en el brocal, cosificados, y olvidados de su secreto interior, que les sonaba a hueco.
La Cuaresma es tiempo oportuno para ejercitarse en la interiorización. He aquí algunas pautas para el camino.
Si quieres hacer un buen viaje cuaresmal: Entra, calla, escucha, ora, cree, ama, adora.
Entra. Abre para ti mismo la puerta. Interioriza la ruta. La meta que buscas está dentro, muy dentro de ti. Llama a tu propia puerta. No vivas tanto tiempo fuera de ti.
Calla. Manda callar a los vientos y tempestades agitadas. Chillan tus sentidos todos, las imaginaciones locas, las curiosidades vanas, las emociones fuertes; gritan las insatisfacciones hondas, las del placer, las de la estima, las del cariño. Impón silencio general.
Escucha. No estás acostumbrado a la escucha. Abre los oídos de tu corazón. Tu verdadera riqueza es la palabra, la de Dios y la del hermano. Guárdala dentro de ti.
Ora. Con palabras y con silencios, con gritos y con murmullos, con lágrimas y con danzas. Pide y agradece. Levanta a Dios tus manos y tu corazón. Ten siempre tres lámparas encendidas.
Cree. Una fe más confiada y alegre. Pon tu vida en sus manos. Una fe más coherente y contagiosa. Déjate amar, déjate hacer.
Ama. Es cuestión de vida o muerte, mejor, de vida y muerte. El amor es vida, pero tienes que morir primero. Dile a Jesús que te ayude a morir, que te ayude a amar, como él. Es un maestro del amor, un capitán del querer. Dile a Jesús que te ame, para que tú puedas amar con su amor.
Adora. La adoración es un himno de amor y alabanza. Dejamos de vivir para nosotros, y nos dejamos llevar por el Espíritu. El inspira y alienta nuestra adoración, «un contacto boca a boca, un beso, un abrazo, un resumen de amor» (Benedicto XVI). Cristo mismo se hace en nosotros, bajo la dirección del Espíritu, canto de alabanza y adoración.

sábado, 2 de febrero de 2013

La quinua
Este año 2013 ha sido declarado por Naciones Unidas como el Año Interna­cional de la Quinua. La quinua (Chenopodium qui­noa) es una planta alimenticia cultivada en la zona de los Andes desde hace más de 5000 años. Se dice que es un pseudocereal, porque no per­tenece a la familia de las gramíneas pero tiene un alto contenido en almidón y un uso muy semejante al de los cere­ales. Su contenido nutritivo es muy alto, sobre todo en proteí­nas (casi e120%, el doble de cualquier otro grano), y es el único alimento vegetal que contiene todos los aminoáci­dos esenciales para el ser humano.
Creo que este año internacio­nal de la quinua puede ayudar­nos a identificar algunas áreas de mejora y establecer algunos propósitos concretos para el año 2013 que hemos comenzado
§  Primero, volver a lo esencial. Necesitamos rezar continua­mente "danos hoy nuestro pan de cada día" sin olvidar que muchas personas no pueden dar por supuesto el alimento cotidiano. Mientras 870 millo­nes de personas no tienen lo suficiente para comer, la lla­mada soberanía alimentaria es todavía una utopía y una meta por la que luchar. Es preciso tomar distancia frente a tantos productos sofisticados, que nos seducen con el señuelo de la publicidad, pero que muchas veces resultan ser profundamente engañosos. Lo básico y esencial no es siempre lo más fácil: la quinua se da a 4000 metros de altitud, en condiciones climatológicas bastante duras.
§  Segundo, alimentarnos de lo verdaderamente nutritivo. San Pablo escribe la comunidad de Corinto, reconociendo que "no pude hablaros como a hombres espirituales, sino como a simples hombres, como a niños en la vida cris­tiana. Leche os di a beber y no alimento sólido, pues aún no podíais con él; ni ahora podéis, dado que aún os guía el instinto" (1 Corintios 3, 1­2). Quizá haya llegado para nosotros el momento de ali­mentamos de sustancia sólida: apertura radical a Dios, servi­cio gratuito a los hermanos, abnegación personal y renun­cia a los propios intereses, amor incondicional...
§  Tercero, valorar la diversidad. Uno de los motivos para declarar el Año Internacional de la Quinua es la defensa de la biodiversidad y el reconocimiento de las prácticas ancestrales de los pueblos andinos. ¿Cómo me sitúo ante la diversidad en mi comuni­dad, en la Iglesia, en la socie­dad? ¿La considero una riqueza, una amenaza, un estorbo,...? ¿La valoro, la cuido, la fomento, la respeto?
Daniel Izuzquiza. En revista Vida Religiosa. Enero 2013