Familia y Comunidad

Lo primero para educar
Si se preguntara esto en una encuesta, estaríamos convencidos de que la respuesta sería el cariño. Y es cierto. Pero lo primero no es el cariño a los hijos. Lo primero es el cariño de los padres entre sí.
Y es en ese cariño entre los esposos donde los hijos encontrarán los mejores referentes para su vida. No es que esto sea lo único. Pero sí lo primero y la condición de posibilidad de cualquier otra consideración.
En este punto, quisiera reflexionar sobre una cuestión que me parece de especial importancia y que tiene que ver, y mucho, con ese quererse de los padres.
Hoy resulta importante la realización personal. Especialmente en el terreno profesional. Y esto no sólo para el hombre. Afortunadamente, también lo es para la mujer.
Pero el asunto se complica, y mucho, cuando se piensa que el único camino de búsqueda de esa realización sólo se encuentra en el trabajo y por separado, para cada uno de los cónyuges, en sus propias tareas profesionales.
Lo que aquí se olvida es que no existe la realización personal en un matrimonio. Lo que existe, o se debería dar, es la autorrealización de los dos, simultáneamente, y en el seno de su propia familia.
El camino de la afirmación personal de uno se tiene que dar, como resultado final, en el otro. Porque el matrimonio, formar una familia, es algo más que vivir bajo el mismo techo.
Hay frases hechas que dicen que los protagonistas de la educación y de las familias son los hijos. No estoy de acuerdo. Los protagonistas de una familia son los padres. Los protagonistas de la educación también son los padres.
A veces se oyen afirmaciones del tipo: es más madre que esposa; es más padre que marido. Claro error.
El cariño, la autorrealización, un proyecto de vida común entre los padres es el punto de partida que debe darse para pensar, después, en cómo educar a un hijo.
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Padrenuestro
en familia.
Padre nuestro que llenas de amor a las familias
Santificado sea tu nombre en los matrimonios rotos o con problemas.
Venga a nosotros tu reino de ternura, de respeto, de confianza, de amor.
Hágase tu voluntad que es liberación y evangelio para vivir en cada familia como una pequeña iglesia doméstica.
Danos hoy nuestro pan de cada día: el pan de la casa, los hijos, el trabajo, la salud, la paz… y el pan de tu Palabra.
Perdónanos, Señor, por olvidarnos de nuestros hermanos, por no ponerles en el centro de nuestra vida y no estar atentos a sus necesidades.
No nos dejes caer en la tentación de pensar sólo en nosotros mismos, nuestras ideas, nuestros problemas…
Y líbranos del mal de la rutina, de la costumbre, del aburrimiento, del desánimo, de los miedos…
Amén

Familia
Iba yo ayer paseando por la calle cerca de los Juzgados de la Audiencia, pensando en algo que poner en mi página web en este día. Al andar, vi venir enfrente de mí a una mujer de tez dorada, con un bello niño de la mano, que se dirigía hacia los juzgados. Oí que la mujer le decía al niño: “Cuando le veamos di ‘¡Papá!’ bien fuerte”. Y el niño dijo fuerte: “¡Papá!”. Siguió su  mamá: “Luego dile: ‘He venido a verte porque te quiero mucho’, y dijo con ojos alegres”. El niño abrió bien los ojos y repitió: “He venido a verte porque te quiero mucho”. La madre añadió: “Y le darás un buen beso”. Y el niño dio un gran beso en el aire.
Sería la primera visita del niño a su padre, que por cualquier causa estaba detenido por la policía. Y su madre le iba preparando sabia y cariñosamente, ensayando la escena con él, para que el encuentro fuera suave para todos. El cariño materno sabe cómo convertir un momento doloroso en una escena encantadora. Los seguí con la vista y los acompañé con el alma cuando entraron por la puerta de los juzgados.
Quedé con la pena del dolor familiar, y con el consuelo de la magia del amor. Casi sentí en mis mejillas las lágrimas que adiviné en el rostro del padre.
                                                Carlos G. Vallés.  www.carlosvalles.com

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Caricias
Una caricia sería el roce de una piel contra otra piel. Todo el cuerpo está cubierto de esa elástica tela transparente, a veces áspera, otras suave como la propia caricia. Se puede acariciar, entonces, no sólo con las manos, sino también con los brazos, el rostro, el cabello... Son, incluso, los maltratados pies unos excelentes acariciadores.
Se ha comprobado, en experimento, que los bebés que no son tocados, abrazados, besados, ceñidos, no crecen, se van quedando apagados y cani­jos. Los animales en libertad se palpan durante largos ratos al día con sus lomos, sus trompas, sus patas, sus lenguas, sus alas, sus antenas... Los anima­les domésticos -un perro, un gato- aprovechan cualquier instante posible para reclamar una mano amiga encima. Los gatos solitarios de apartamento se restriegan el lomo contra los cantos de las puertas y los bordes de los sofás buscando un sucedáneo de caricia. Estos animales domésticos, ante la falta de contacto cariñoso, fácilmente se vuelven agresivos y tan peligrosos como sus desaprensivos amos.
Sólo los hombres y mujeres parece que pudiéramos vivir sin caricias. Véase: los ancianos viudos, los muchos que, aparejados, sólo practican el contacto sexual sin ternura, sin beso, sin roce cálido, los de alergia psicológica al abrazo, los solteros aquejados de rechazo al prójimo, los escrupulosos, los pobres contaminados a los que por ignorancia nadie se atreve a tocar por miedo al contagio...
Hay muchos seres humanos que por incapacidad o por falta de discerni­miento -no distinguen el erotismo del afecto- viven sin caricias y se vuel­ven ensombrados y agresivos como los gatos presos. Otros, muchos otros, no pueden o no saben encontrar la mano amiga sobre la piel, y enferman y languidecen entre paredes y hospitales sin poder gozar, siquiera, de la cari­cia del sol o del viento. Los sanatorios, las residencias de ancianos, las cárce­les deberían tener salas de caricias, lugares acondicionados donde un fisio­terapeuta o masajista o psicoterapeuta, enseñara a los pacientes a tocarse sin miedo, con afecto.
Podría enseñarles a localizar las tensiones musculares en los otros,... a des­hacer los nudos que se forman en los cuerpos sin caricias. Se ahorraría tanto en medicamentos, se ayudaría tanto a la sanación...
Casi todos estamos de acuerdo en que el cuerpo es reflejo del alma. Tenien­do tan a mano la caricia, esa inyección de alto contenido pacífico, indicada para todos los seres vivos, cuyo efecto amoroso llega directamente al cora­zón, ¿por qué nos cuesta tanto entregarla?
Paloma Pedrero, ABC. Agosto 1993

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“Una navidad cristiana en familia”

0.-  Los medios de comunicación se han encargado  de resaltar la noticia de que el Papa ha escrito un libro sobre la Infancia de Jesús de Nazaret.  Las grandes agencias de prensa han difundido de oriente a occidente y de norte a sur,  ciertos detalles que pueden llamar la atención: uno de ellos, y casi exclusivo, es el tema de la mula y el buey.  Los intereses editoriales han decidido que el libro se publique en torno a la Navidad, por razones obvias.
Y en medio de todo esto, los cristianos nos estamos preparando a celebrar la Natividad  del Señor, que viene precedida por el tiempo de Adviento: queremos preparar la Venida del Señor, preparar el camino para que el Niño Dios venga a nosotros.
1.-  No parece superfluo en estos tiempos señalar lo de la Navidad Cristiana. 
Una fiesta tan hermosa, tan tradicional, tan nuestra, tan de todos, que celebra la bondad de Dios que se hace presente en este mundo por medio del Niño Jesús.
  • Una joven pareja, ella encinta, van a su ciudad de origen para censarse.  Ni siquiera la proverbial hospitalidad oriental puede conseguir hacer un hueco a la pareja, porque todo está atestado. 
  • Una cueva de pastores será el lugar adecuado para el nacimiento.  Ofrece privacidad y, seguramente, no era muy diferente de aquellas primitivas viviendas en que habitaban los israelitas del siglo I de nuestra era, tal como  nos lo muestran hoy en Nazaret. 
  • Lo importante es la alegría que produce en nosotros que el Hijo de Dios, el Salvador del mundo, se encarne en una familia humilde, vea la luz en una cueva y esté arropado por unos animales que le ofrecen tibio calor. 
  • Sus primeros acompañantes y adoradores serán unos sencillos pastores que estaban por aquella región apacentando sus rebaños.  Son sorprendidos destinatarios del anuncio angélico, “HOY os ha nacido un Salvador”,  y se ponen en camino para comprobar lo que les han dicho, y comparten con la joven pareja lo que tienen para ellos: queso, miel silvestre, requesón...
  • También los grandes de la tierra, los Reyes Magos, se ponen en marcha desde sus lejanos países donde han visto su estrella, y guiados por ella y por la orientación de Herodes y los teólogos de Jerusalén, llegan también a la cueva   de Belén para adorar y ofrecer regalos al Hijo de Dios. 
  • Una historia hermosa, enternecedora y con todos los ingredientes para ser enormemente popular.  Su representación está en casi todos los hogares, y niños y mayores se sienten mejores  y se llenan de buenos deseos con esa hermosa historia de Amor llena de Dios.
2.- La fiesta
Los cristianos, cuando pudieron vivir en paz su fe, a comienzos del siglo IV, quisieron celebrar  la fiesta de la Natividad del Señor: el misterio del Dios que ha venido a poner su tienda-su morada, entre nosotros, para mostrarnos que Dios nos Ama y para enseñarnos a vivir como hijos de Dios.
Y eligieron como fecha el día del nacimiento del Sol Invicto, el solsticio de invierno, el triunfo de la luz, fiesta  que se celebraba en Roma el 25 de diciembre.  Cristo es el Sol de justicia, la Luz del mundo.
Esta fiesta, se fue cargando de sabor popular, y se fue revistiendo  de  árboles y belenes, de representaciones y villancicos, de calor familiar, de comidas especiales…
Y pueblos y ciudades se adornan y engalanan para esta fiesta que se prolonga hasta la Epifanía, las personas deben vestir las mejores galas, sobre la mesa debe haber sofisticados alimentos, y se practica la “elegancia del regalo”…
La civilización actual, en profunda mezcolanza de secularismo y  consumismo, está desvirtuando la fiesta de la Navidad cristiana.   Vivimos una época en la que el consumo y la publicidad  que llega a todos a través de los medios de comunicación social, han influido muchísimo sobre la concepción de esta Fiesta  Incluso no  dudan en utilizar un lenguaje religioso para conseguir sus fines. “Feliz Navidad.  Te ofrecemos todo para vivirla plenamente”, dice la publicidad de unos grandes almacenes.  Y todo esto con sus oropeles seductores parece que está desvirtuando el sentido de la Fiesta cristiana.
3.- La Navidad cristiana
Hay cristianos que se molestan muchísimo por toda la parafernalia pagana que rodea a esta celebración de la Navidad laica.  Vacaciones de invierno, papá-noeles,  iluminaciones sofisticadas alejadas del mensaje cristiano,  villancicos que se quedan en   “calzones, peces en el río, chocolate y aguinaldo”, la incitación al consumo… 
Pienso que si somos cristianos hemos de dejar oír nuestra voz y reclamar nuestros derechos.  Pero, al mismo tiempo, debemos alegrarnos también con esa sociedad que aún vive un “cada vez más lejano” espíritu de la Navidad y gozar de lo positivo: las luces de colores, la celebración de la fiesta, la música navideña, el clima ambiental, el intercambio de regalos, los deseos de paz y amor…
Pero sobre todo, debemos de cultivar y vivir nuestro espíritu cristiano navideño. “Estad siempre dispuestos a dar razón de vuestra esperanza…”  Así que, con convencimiento, preparar la fiesta maravillosa de la Natividad del Señor viviendo el tiempo de Adviento, ir activando la espera.  Prepararnos espiritualmente a la Pascua del Señor.  Lo que se prepara y espera, se sueña, se acaricia, se goza ya anticipadamente. “Ven Señor Jesús”.
Puede que en casa nos ayude el calendario de Adviento y la Corona, que no forman parte de nuestra tradición, pero que tienen un gran sentido pedagógico.
·         Los buenos deseos  navideños con mensaje cristiano
·         El misterio o el belén en la casa
·         Acordarnos de los necesitados: ayuda a Cáritas, recuerdo de los que están solos, o tristes, o no lo pasan bien por cualquier causa.
·         Leer el Evangelio de Navidad y rezar en la mesa estos días de fiesta
·         Participar en las celebraciones religiosas en familia
·         La reunión familiar caracterizada por el gozo de estar unidos y la convivencia en paz.  Paz familiar.
Vivamos, pues,  el Adviento y la Navidad con auténtico espíritu cristiano, sobre todo haciendo que el Niño Dios venga a nuestros corazones y a nuestros hogares.
                            P. Santiago Fdez. del Campo, msf

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Vivamos      
el Adviento…
·       Con A de admiración, porque nos saca de la rutina, nos sorprende y nos ofrece promesas desbordantes. Llegan días... Es una admiración gozosa y deslumbrante.
·       Con D, de deseo, porque todo adviento es hijo del deseo. Yo deseo que las promesas se cumplan. A mayor deseo, más intensidad en el advien­to. Por eso el deseo ya es gracia y don.
·       Con V, de vacío, porque el creyente se siente pobre y débil; los que, en cambio, se sienten ricos y llenos no necesitan celebrar ningún adviento. En el vacío está la verdad.
·       Con I, de ilusión, porque el Adviento ilumina y colorea la vida; según te acercas a la meta señalada, te entran más ganas de correr. Pero no ilu­sión vana, es ideal que arrastra.
·       Con E, de esperanza, porque la esperanza es el ADN del Adviento; es la letra que realmente define a esta vivencia, más incluso que el deseo, y marca a todas las demás. Se puede desear sin esperanza y sin adviento, és­tos añaden al deseo seguridad y compromiso por hacer el deseo realidad.
·       Con N, de novedad, porque el Adviento mira al futuro, que es siempre novedoso; no sabes exactamente cómo será lo prometido ni cómo o cuándo se conseguirá. Por otra parte, saca de nuestras rutinas y confor­mismos, y nos abre a realidades insospechadas.
·       Con T, de trabajo, porque el Adviento es el deseo en traje de faena, es la esperanza paciente y valiente, la que se atreve con todo.
·       Con O, de oración, porque el ideal que esperamos nos supera; por eso, además de trabajarlo, hay que pedirlo con intensidad.
Empecemos, pues, a celebrar y vivir el Adviento con admiración ilusiona­da, con el mayor deseo y la esperanza más comprometida, desde nuestra po­breza y vacío, desde el trabajo paciente y arriesgado, pero abiertos a las promesas más novedosas y generosas, pero poniendo nuestra confianza en Dios.
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Credo en Familia

Creemos en Dios Padre,
Origen de la vida,
Fundamento del amor,
Pilar que nos sostiene,
Raíz que da consistencia a nuestra unión.

Creemos en Jesucristo,
Palabra que nos enseña,
Pan que alimenta nuestra relación,
Luz que ilumina nuestras oscuridades,
Camino que nos da orientación,
Verdad que clarifica nuestras dudas,
Vida que nos colma de bendición.

Creemos en el Espíritu Santo,
Aliento en nuestros desánimos,
Impulso para nuestra vocación,
Fuerza en nuestras dificultades,
Fuego que enciende nuestro amor,
Agua que riega nuestros desiertos,
Guía que nos conduce por los caminos de la compasión.

Creemos en la Iglesia,
gran familia de los hijos de Dios,
comunidad de hermanos donde se hace presente el Reino,
y los valores que Cristo nos transmitió.

Creemos en la comunión de los santos,
que nos precedieron y están junto al Señor;
que nos sirven de estímulo y ayuda
para desarrollar lo mejor que hay en nuestro corazón.

Creemos en el diálogo, la comunicación profunda y el perdón,
la responsabilidad compartida y el respeto mutuo
como caminos que nos llevan a la comunión.

Creemos en la Vida Plena que nos llega en la Resurrección;
meta a la que nos dirigimos para encontrarnos con nuestro Padre Dios.

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Actitudes para vivir el matrimonio
  • Explorad la vida juntos. Siempre hay algo nuevo que descubrir.
  • Pide lo que necesites, pregunta lo que quieras; tu pareja no puede leer tus pensamientos.
  • Alaba a tu pareja en presencia de otros: la alabanza en público es duradera.
  • Acaricia a tu pareja con suavidad; el contacto dice «te quiero» de una manera muy; especial.
  • Sed románticos; no dejéis nunca de cortejaros mutuamente.
  • Respeta el derecho a tu pareja a su vida privada; el espacio individuales importante.
  • No temas el cambio: puede significar crecimiento para un matrimonio.
  • Vivid períodos de tiempo cada uno por su cuenta. Los intereses personales generan interés entre vosotros.
  • Di «te quiero»; es una gozada oír esas dos sencillas pala­bras.
  • Discutid razonablemente; sin amenazas, ni acusaciones, ni pa­labras ofensivas.
  • Sé generoso en pedir disculpas; el amor requiere que seamos capaces de decir «lo siento».
  • Perdona afectuosamente; el amor no es orgulloso.
  • Reíd juntos; la risa es sumamente recomendable para acercar grandes distancias.
  • Llorad juntos; las lágrimas compartidas unen corazones.
  • Compartir vuestros sueños; la intimidad anticipa el mañana.
  • Sorprendeos mutuamente; lo inesperado anima el corazón.
  • Permítete ser débil; el matrimonio es dependencia mutua.
  • Ten de­talles de amabilidad para con tu pareja; tu propio corazón corresponderá.
  • Respeta a la familia de tu pareja; tú mismo, ahora, formas parte de ella.
  • Gozad juntos del silencio; el silencio entre enamorados es espacio sagrado.
  • Sed pacientes el uno con el otro; continuamente os estáis ca­sando.
El Domingo en Familia
§  El domingo, «día del Señor Resucitado», es, para la familia cristiana, la fiesta semanal de la Pascua. Por eso, es jornada de especial alegría para mayores y pequeños, propicia para vivir los rasgos de la auténtica alegría humana y cristiana: paz y gozo en el corazón, tranquilidad y bienestar con uno mismo, unión con los demás, descanso y comunicación.
§  El centro del domingo cristiano es la celebración eucarística: momento de reconocimiento de la obra de Dios, momento de recordar la nueva creación surgida con la resurrección y momento de unirnos a los demás creyentes.
DOMINGO - ALEGRÍA
La alegría cristiana llega a toda la vida. No obstante, el domingo posee densidad interior especial. La alegría es uno de los frutos del Espíritu del Resucitado. Se expresa en:
Ø Dar gracias a Dios llenos de gozo por la vida, la naturaleza y por poder disfrutar de ellas.
Ø Hacer la oración de bendición de la comida en esta misma clave.
Ø Participar en la Eucaristía, «acción de gracias», que actualiza el mis­terio redentor de Cristo.
Ø Favorecer el encuentro de los niños con primos y/o amigos para jugar, compartir...
DOMINGO - DESCANSO
Ø Descansar en familia, dormir un poco más que otros días, darse tiempo para escucharse, estar jun­tos...
Ø Responder a las demandas e invi­taciones de fiestas religiosas, fa­miliares, culturales, lúdico-de­portivas, excursiones, paseos al monte, río o playa...
Ø Gozar de comidas especiales o fa­voritas (implicar a los niños para que colaboren en la preparación).
DOMINGO - SOLIDARIDAD
Desde los inicios de la Iglesia, el domingo ha sido un día propicio para dedicarse a actividades de mi­sericordia, caridad y apostolado.
Ø Solidaridad dentro de la familia: visitar a los abuelos, tíos u otros familiares, especialmente si están enfermos.
Ø Llevarles la alegría de nuestra presencia cariñosa y agradecida.
Ø Solidaridad hacia otros: personas amigas, conocidas, necesitadas.
Ø Animar con creatividad obras de promoción y solidaridad.
DOMINGO - EUCARISTÍA
Ø Celebrar juntos la Eucaristía en­contrándose con esa familia más amplia que es la comunidad cristiana, la parroquia…Participar es aprender las formulaciones de la fe, acoger la Palabra para vivirla durante la semana...
Ø Participar y colaborar activamente en la misa: Ofrecerse para el coro, el servicio de «lector», de «acólitos» (monaguillos), activi­dades y campañas que promueve la comunidad...

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UNA FAMILIA CRISTIANA…
     Tiene como modelo a la Sagrada Familia. Sagrada porque en ella está Dios. Sagrada porque todos se aman divinamente. Sagrada porque toda la vida está ofrecida a Dios. Sagrada porque todo lo que se hace, sea el trabajo, sea el descanso, sea la oración, sea la mutua relación, sea el sufrimiento, sea cada gozoso acontecimiento... todo lleva el toque del Espíritu y la marca del servicio. Una familia cristiana…
§  Será en sí misma un sacramento. Harán presente a Cristo en toda la vida familiar. Quiere decir que tendrán fe: para ver a Dios “entre los pucheros”, y ver a Cristo en el otro, y contar con Cristo para todo. Necesitarán orar y comulgar.
§  Cultivarán el amor para que crezca a la medida de Cristo, como él amó a su Iglesia. Amor generoso, paciente, delicado, oblativo hasta el fin. Esta cualidad debe ser la que más destaque. Tanto más cristiana será la familia cuanto más crezca en el amor.
§  Vivirán en la verdad y la fidelidad. Orar y dialogar para que el amor no se apague ni se convierta en rutina ni se lleguen a engañar. Y que sepan aceptarse y perdonarse y relativizar.
§  Estará abierta a la vida. Los hijos, fruto del amor y don de Dios. Los hijos, campo donde sembrar el Evangelio y el mejor humanismo.

§  Estará abierta a los demás. Solidaridad y compromiso, justicia y caridad. Poner sus bienes y talentos al servicio de los demás, en la medida de sus posibilidades y capacidades. Ser testigos de su fe y de su amor. Colaborar con su trabajo para construir un mundo mejor.
§  Cultivará la esperanza, el optimismo y el humor.

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